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martes, 10 de abril de 2012

6621.- ARMANDO OROZCO TOVAR

ARMANDO OROZCO TOVAR nació en Bogotá en 1943. Licenciado en periodismo por la Universidad de la Sabana, profesor universitario de humanidades, literatura y filosofía. Primer premio en la Bienal de Poesía Novel de la Provincia de La Habana, Cuba, en 1974. Primer premio en el concurso universitario nacional de poesía de la Universidad Central en 1981. Libros de poesía: Asumir el tiempo, 1980; Las cosas en su sitio, 1983; Eso es todo, 1985; En lo alto del instante, 1990; Para llamar a las sombras, antología, 1994. Luis Vidales dijo en el prólogo de su primer libro: «Hoy no se trata simplemente de hacer poesía nueva. Eso está bien. Pero el todo depende de la estrategia empleada para captar al lector o al contemplador. Y Orozco lo consigue con el sortilegio de una poesía llana, conversacional, de acentos familiares, de los que ha huido la resonancia grandilocuente de las viejas escuelas de la versificación». Y Ricardo Sánchez: «Este poeta no figura en antología alguna que yo sepa. Ni pertenece a grupo literario o capilla poética. Ha gastado talento en poesía de ocasión, de tipo festivo e intención política. Es un sobreviviente de la larga marcha de las izquierdas de los años sesenta. Armando Orozco se sabe tantas historias de esa vida miserable y heroica, real y fantasiosa, que hay que recuperar en sus dimensiones analíticas y humanas. Cuando cuenta el cuento es un delirante el que habla. Es un fabulador decimonónico. Un personaje-actor de esas circunstancias, lleno de una ironía corrosiva consigo mismo, con su época y gentes…” Y al decir de Federico Díaz Granados, “Armando Orozco ha logrado crear el hecho estético y encontrar el hecho poético, en la maravilla que salta del alma del hombre y que retrata al mismo hombre desolado, tocado como por un ángel, por el ala de la muerte y de la derrota, consciente que sólo a través de la libertad creadora y del misterio de la palabra se puede conocer la esencia de la vida y sus manifestaciones.





EL ÁGUILA


Así mismo había en los cuatro cara de águila. Ezequiel


Arrasaba con sus manos pobladas de cuervos
Su pensamiento era una escalera absurda
Como sueños en las gradas de las prisiones


Había encontrado la forma de vivir
En paraísos y vientres violados
Saliéndose de sí mismo
Azotando las puertas interiores
Y los códices asesinos


Sabía qué moría entre sombras
En una selva con delfines arrasadores


Galopó el mármol inhóspito
De los páramos
Golpeó los llanos con sus alas de buitre
Y cadenas de oro sobre su pecho


A ella la vio desnuda entre las sombras
Del muro de los fusilados
Con su vientre repleto de violines
De maullidos de gatos marinos


Recordó el castigo de sus manos
No supo del bronce ceniciento
Porque las moscas estaban en su rostro
desde antes del vuelo


Pensó que nada tenía remedio
En medio del delirio y el rencor
De la fiebre de sus garras de águila


Encontró por fin el olvido en los pantanos
Siniestros de un viento simbólico e imaginado


Sabía cuándo iba a comenzar el horror










CAMINÓ HACIA ATRÁS OBLICUAMENTE


Amó otra vez el silencio de los truenos
Dentro de los lagos olvidados
Salían de su boca puentes
Cruzando el misterio de las sombras


Estaba allí tendido
Con sus bocas abiertas
Y sus gargantas últimas
Y sus salivas de pesadillas
Ya no aullaba ya no mentía


Era antiguo
Cascabel mordiendo
Los círculos del cobre
El tiempo el aire el mármol
El espacio sus horas sus espadas
Quebradas por el sueño


El mar sepultó sus navíos
De otros crepúsculos


Estaba allí definitivo desde antes
Del sonido en el bronce
De la luna


Había vuelto a nacer en sus perfiles


Era una estrella en el relámpago
Y en las alas de las mariposas
Nocturnas


(En la muerte de mi padre)


Extraídos de la Revista de Poesía PROMETEO, nos. 81-82, 2008.
Memorias del XVIII FESTIVAL INTERNACIONAL 
DE POESÍA DE MEDELLÍN




Ninguneo


Los sepultureros no dan abasto
La Prensa


Todo está dispuesto
aquí para la muerte.
La luna brilla
mortecina como un faro.


Mi madre
pasa a mi lado
y no me ve.


Cuando a todo un país
lo llevan a la tumba
ni el más cercano,
ni el que también dice
que te ama
te ve.


Sólo el sepulturero
que trabaja con entusiasmo
te mira de reojo.










Libreta de poeta


La noche pasea con sus estrellas
embozalados perros
donde una sombra ladra sin bozal
sobre los charcos.


Tampoco hay reflejos de luna
en sus rostros aún sin rastro
por las páginas de los diarios.


Algunos nombres han quedado atrapados
con sus direcciones borrosas
en mi agenda de final del milenio.


Sólo ahora señalo con crucecitas
los caminos enfangados
en mi libreta de poeta
(como lo recomendaba Maiacovski).
Yo también figuro en la última página
de mi diario,
tratando de recordar
el número telefónico de mi existencia.










El secreto


El secreto me grita
cosas de otra época.
Es sirena de barco
en el mar encallado
de mi oído.


Me llama el secreto en secreto
Apunta mi sien
con un revólver en la mano.


¿Dónde ella deambula
por un tiempo emborronado?
¿Por qué vereda atrás
huyen sus cartas y deseos?


El secreto guarda el secreto,
la esconde en la alcoba
desnuda entre su lámpara.











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