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viernes, 4 de mayo de 2012

6786.- CARLOS FEDERICO ABENTE BOGADO






CARLOS FEDERICO ABENTE, EL DECANO DE LOS POETAS EN LENGUA GUARANÍ

Carlos Federico Abente, Isla Valle, Areguá, PARAGUAY 1915. Es actualmente el decano de los poetas de la lengua guaraní.  Acaba de cumplir 96 años con total lucidez mental y muy pocas limitaciones físicas.

Abente  es el decano de los poetas no por ser el de mayor edad sino por ser el más antiguo creador de poemas entre los poetas actualmente vivos. Emigró con su madre siendo niño y se educó en la República Argentina.  En aquel país es famoso como Médico pero desconocido como poeta; sin embargo, en el Paraguay es conocido solamente como poeta por ser autor de la letra de varias canciones paraguayas musicalizadas por el gran maestro José Asunción Flores, destacándose entre todas ellas la guarania titulada ÑEMITŸ – LA SIEMBRA, cuya creación es ubicada en la década del 30. Por entonces ya Abente era poeta y casi a la fuerza, porque Flores lo incitaba a poner letra a sus creaciones musicales, de lo que se infiere que fue su poeta preferido.

Si bien es un poeta excepcionalmente bueno en lengua castellana, él se aferró a la lengua guaraní como a una tabla de salvación en el mar, como un cordón umbilical con su cultura propia. Él, íntimamente, nunca aceptó su separación del Paraguay, y la lengua guaraní le permitió sentirse siempre dentro del país.

El Dr. Abente es un hombre que irradia una fuerza extraordinaria, como persona y como poeta. Sus versos y su voz se hallan impregnados de una energía poderosa que se presentan sin convocatoria, sin que él se proponga; aparecen como una eclosión; dimanan simplemente de un espíritu poderoso.  Pareciera que toda esa fuerza proviene de su integridad moral, de su conducta ciudadana y de su compromiso con el destino de su pueblo. Sin embargo, no es así; es independiente de esos atributos. Les aseguro que simplemente proviene de su vena y de su verba poética.

Recuerdo que durante la larga dictadura mis alumnos de la universidad tenían el deseo, muy intenso por cierto, de cantar Ñemitÿ en coro, en la plaza pública, a modo de provocación al dictador.  Más de una vez les prometí que cuando lleguen los tiempos de la libertad formaríamos un coro de 60 voces para cantarla.  Esta canción es más que emblemática en la lucha por la libertad y la redención del Paraguay; es una canción motivadora, energizante, que causa emociones muy profundas.  Es un canto del labriego, del campesino paraguayo postrado en la indigencia, pero Abente,  que se encuentra inmerso en ese campesino y nos habla desde allí en primera persona del plural, se ubica muy lejos de la auto conmiseración para emitir un mensaje optimista, lleno de esperanzas, de promesas; anuncia la alborada, el fin de todas las penurias y la redención del Paraguay. Este anhelo expresado en la canción tiene una magia; se apodera automáticamente del paraguayo, sea cual sea su condición social. Es una canción que crea una fuerte comunión de ideales.  El poeta Abente sabe de lo que habla, de lo que él ha pasado, de lo que ha pasado su país, de lo que su pueblo viene pasando; por eso está tan cerca de los sentimientos más profundos que se encuentran soterrados en el corazón del pueblo. Es posible que Abente sea el único paraguayo consciente de la gravedad de la situación paraguaya. Esta forma de encarnar el sentimiento popular es más propia de los políticos, pero la política es un arte-ciencia que Abente nunca ejercitó.  Refiere que a pesar de su íntima amistad personal con Flores y muchos de los que conformaban el grupo político de éste, Abente nunca adhirió a la ideología sustentada por ellos; tampoco tomó partido por las organizaciones políticas tradicionales del Paraguay.  Sin embargo, sus poemas siempre fueron caballos de batalla política debido a su enorme dimensión social y patriótica.  El partido de Abente es la patria toda, íntegra, sin divisiones; y la fórmula para la redención del país que él propone es simplemente el trabajo, la producción, junto con la unidad nacional, la fraternidad y la solidaridad entre los paraguayos. Abente no inventa soluciones mágicas. Como poeta que intuye el futuro se adelantó a las conclusiones de la Cumbre de la Pobreza de Copenhague de 1995. Allí, en ese foro universal se dijo, con la más alta de las voces, que “la pobreza extrema degrada a la persona humana” y que “la única fuente creadora de riquezas es el trabajo humano”.  Hoy toda la humanidad comprende que es así, pero nuestro poeta lo dijo 50 años antes.

Anoto aquí a modo de mera anécdota que el Dr. Abente es portador de un enorme prestigio ante la sociedad paraguaya; su nombre inspira automáticamente el respeto de la gente;  es un símbolo, un ícono y casi una leyenda. Se sabe que en su condición de Médico ha prestado invalorables servicios a la población paraguaya emigrada a Buenos Aires, con las manos, los bolsillos y el estómago vacios; muchos con la salud destrozada.  Abente fue el paño de lágrimas de miles de nuestros compatriotas; un verdadero filántropo por su vocación humanista y humanitaria; y además,  un paraguayo que encarna muy bien la “solidaridad paraguaya”; una forma muy peculiar de solidaridad.

Su obra poética se encuentra sin ser evaluada por los críticos, pero definitivamente consagrada por el pueblo que la ama y la enarbola.  Publicó en total 5 poemarios: CHE KIRĨRĨ ASAPUKÁI HAGUÃ –  PARA GRITAR MI SILENCIO (1990), KIRĨRĨ SAPUKÁI– EL GRITO DEL SILENCIO (1995), SAPUKÁI – POESÍAS INOCENTES (1997), SAPUKÁI SUNU – GRITO DE TRUENO (2001), y ÑEMITY  ANTOLOGÍA POÉTICA (2009).

Como se ve, en los títulos de  cuatro de sus poemarios aparece la palabra SAPUKÁI, el grito, por momentos contraponiéndola al silencio.  En un poema dice por ejemplo: “QUIERO GRITAR MI SILENCIO” sugiriendo que en su interior se halla contenido, por alguna razón, algo grave, algo grande. Su silencio es una amenaza de eclosión y su voz es un grito, un SAPUKÁI, un trueno. Cuando lo miro, por momentos  imagino que sus canas no son tales, sino lavas del volcán que lleva adentro.




Tadeo Zarratea
Enero de 2012

http://mbatovi.blogspot.com.es/2012/01/carlos-federico-abente-el-decano-de-los.html


ÑEMITŶ

Jahypýi ko yvy tome’ê hi’a
Ñamboapy ko sapukái
yvytu vevére ñahendu iñe’ê
ñande kóga purahéi.
Ko’ê pytãngy,guyraita oñe’ê
ndaipóri mba’e mbyasy
kuarahy omimbi, jasy opukavy
Oso mboriahu apytĩ.
Ñañemitŷ
taheñói yvy ári tory
tojope kuarahy avatity
tomyasãi mandyju panambi.
Ñañemitŷ
tahory ñande kéra yvoty
toĝuahê tetãygua araite
topu’ã Paraguay.
Petŷ ha ka’a, manduvi ha yva
maymáva ty’ái repy
Takuare’êndýre mboriahueta
oñohê hi’upyrã.
Topa ñembyahýi, joayhu taheñói
topu’ã ñane retã
Ñañombyatypa ha jasapukái
vy’ápe che retãygua.

(De: Poesía Paraguaya de Ayer y de Hoy, tomo II, 1997)





LA SIEMBRA

Reguemos la tierra que frutos nos dé
su grito aplaquemos así,
volando en el viento su voz a escuchar,
de nuestra siembra el cantar.
Rojo amanecer trinos por doquier,
tristeza que se acabó.
La luna sonríe al brillo del sol,
el pobre se emancipó.
A cultivar
que renazca en la tierra el amor,
que maduren las mieses al sol
que hayan campos de blanco algodón.
A cultivar
que en los sueños florezca el ideal
que haya el día de la redención
elevar la nación.
Tabaco y maní, yerba, frutas y más,
precio de todo sudor
pobres que invaden el cañaveral
obtienen para comer;
Que el hambre termine y nazca el amor,
que crezca nuestra nación.
Juntemos la voz, todos a gritar:
¡Alegres de corazón!

(Traducción [de estrofas I, II, V y VI] de Lino Trinidad Sanabria)






TEKO PUKAVY

Teresa Méndez-Faith-pe guarã,
ndahesaráivai hetãgui
Mitãkuñami reko pukavy
Mombyry asyete rehóva reiko,
Hyakuãvueteívo nde rehe yvoty
Tetãme ojeráva, ha ñe’ãme oiko.
Mitãkuñami py’a pyrusu
Nde reko katúpe mborayhu hi’aju,
Ha tetã ambuégui nanderesaráiri
Ko’ápe oimévare ñande py’a karãi.
Mitãkuñami ha’ete ñandesy jeyve
Remboaguyjéva araiko’ê,
Tovéna ikatúro akóinte jepe
Ñañembyatypávo ha reimévo ndave.
Ñande keraju taipoty jera,
Mborayhu ratápe imimói katúva,
Ha ty’ai repýpe jahepyroja,
Nde ru purahéipe reñangapapyhýva
Ha teko torypápe, ñañoañuamba.

(De: Sapukái Sunu ["Grito de trueno"], 2001)





VIVIR SONRIENDO

Para Teresa Méndez-Faith,
que no olvida su país
Muchacha de vivencia sonriente
Que andas lejos
perfumada de flores
Nacidas del suelo patrio y arraigadas en tu alma.
Joven mujer de ancho corazón,
En tu diario vivir crece el amor,
Y no te olvidas de este país distante
Que nos acaricia las entrañas.
Imagen exacta de nuestra madre, niña
Que brindas al alba nublada tus saludos risueños,
Que nos juntemos todos como siempre
Y que te agregues también a nuestro abrazo compartido.
Nuestro sueño dorado que se abra en flor,
Que llegue a su punto en el fuego lento del amor,
Como fruto de sudores llevemos a cuestas
La visión que tu padre en cantos te arrulló,
Y abracémonos todos, infundidos de alegre vigor.

(Traducción libre de Tracy K. Lewis)






ISLAVALEÑA

Letra: CARLOS FEDERICO ABENTE

Música: PRUDENCIO GIMÉNEZ





ISLAVALEÑA

UNA CANCIÓN PARA ECHAR A VOLAR



Cuando CARLOS FEDERICO ABENTE BOGADO -nacido el 6 de setiembre de 1915 en Isla Valle, Areguá- tomó contacto con los músicos y poetas paraguayos, en Buenos Aires, en la década de 1930, se le abría un universo que correría paralelo a su profesión de médico.

Encontrar a sus compatriotas significó no solamente la posibilidad de rescatar y reafirmar gran parte de su lengua materna -el guaraní- sino también un vínculo que le permitiría descubrir el cauce poético que corría en su espíritu desterrado.

A los cuatro años había salido del Paraguay porque el amor y el trabajo habían llevado a su madre, DEOLINDA BOGADO ARCE, a Formosa (Argentina) primero y al interior de la provincia del mismo nombre después. A los siete años quedó solo, trabajó, acudió a la escuela y se iba haciendo a pulso a sí mismo.

Recaló luego en el Histórico Colegio Nacional "Justo José de Urquiza". Allí terminó la secundaria. Y pasó a Buenos Aires para estudiar la carrera con la que soñaba: medicina. Su compañero y amigo JOSÉ RAMÓN LAMBOGLIA -que estudió Derecho- vivía con él en una pieza que alquilaban cerca de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Allí, por pura casualidad, se encontró con el músico y compositor guaireño PRUDENCIO GIMÉNEZ. Éste, que primero fue guitarrista y luego arpista, regresaba una madrugada de alguna actuación y desató los demonios de su lengua contra su mujer española en guaraní. Luego, vestido de blanco y con gorra, salió de su cuarto y se dirigió a la calle: era maestro de pala en una panadería. Eso explicaba su vestimenta.

Unos días después el futuro galeno lo abordó. Congeniaron inmediatamente y allí nació una entrañable amistad. Ese fue el eslabón inicial que se multiplicaría, de a poco, en afectos esenciales compartidos con José Asunción Flores, Mauricio Cardozo Ocampo, Severo Rodas, Francisco Alvarenga, Carlos Miguel Jiménez, Augusto Roa Bastos y Cayo Sila Godoy entre tantos otros.

"Nos hicimos muy amigos con Prudencio. Era un gran artista y un hombre de corazón inmenso. Cuando nació mi primera hija, María Estela, le compuso CATURI ABENTE, una hermosa melodía nacida de su arpa. Él me presentó a los demás paraguayos con quienes, con el tiempo, formamos una verdadera fraternidad", recuerda.

Antes de que finalizara la década del 30 y ya enteramente inmerso en la vida de los músicos, compositores y poetas que residían en la capital argentina, Carlos Federico entró también en las filas de los creadores poéticos con obras musicalizadas.

"Mi primer mensaje-porque yo no le llamo verso ni poesía a lo que escribo-, fue ISLAVALEÑA, La escribí en homenaje a la mujer de mi tierra, ISLA VALLE, pensando en mi tía CATALINA BOGADO ARCE, hermana de mi madre. Tenía los ojos grandes y muy negros. Prudencio hizo de él una guarania. Así fue como mis letras comenzaron a musicalizarse", cuenta en uno de sus tantos regresos a Asunción el que con los años, a insistencia de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES, sería el autor de los versos de ÑEMITỸ hoy todo un himno extraoficial del Paraguay.





ISLAVALEÑA

Cuando en las noches de mis nostalgias
penas me aquejan
surge el recuerdo de tu distante ñekunu’ũ,
aquella gracia mi paraguaya
que el alma deja
en un suspenso de primoroso akãraku.

Islavaleña, tus negros ojos me cautivaron
con sus hechizos que cunden de ansias en mi soñar,
aquella gracia, mi mariposa,
que motivara las dulces notas
de esta guarania sentimental.

Hoy más que nunca bendigo
el arte de tus encantos
que las distancias cobran
ternuras de un py’apy
y que en las cuerdas de mi guitarra
se vuelven canto
como homenaje tierno y sincero,
che tupãsy.







PARAGUAY RUGUY

Chéko nde ruguy che retã porã,
Añandúma oime
Ipepo oipyso
Neañuãmi hağua
Ko che rekove,
Ha tetã ambuégui
Ku che kepeguáicha
Rohechasete
Ajepovyvývo
Mborayhu rekávo
Cheañoite jave.

Chéko nde ruguy che retã porã
Nde réra oikovéva
Mandu'a rorýpe
Mombyry guive
Che py'a ra’ã
Ha techaga’úrõ
Kerasy pohãvo
Chemoangekóiva
Oğuahẽ javévo
Pyhare apytére
Ku che vy’a’ỹ.

Chéko nde ruguy che retã porã
Ajevy jeýma
Romoirũ hağuáicha
Mboriahu rapére
Nembareteha,
Topu’ã nde kóga
Tahory nde kéra
Taipoty ko ára
Ha sapukaipópe
Vy’apajave
Na cherovasa.

Chéko nde ruguy che retã porã
Nderayhu omboykéva
Ñorairõ pochy ha mba’embyasy
Mborayhu ratápe jajopeva’erã
Ñemyrõ ijahéiva
Ha hata rendýpe mantéko ikatu,
Jajohayhúpa.



PARAGUAY RUGUY. Proclama el poeta con rotundo orgullo: Yo soy tu sangre, hermosa patria mía. En tierra extranjera como un sueño me asalta el deseo de removerme en tus raíces, cuando la soledad me invade. Afirmación del hombre que se identifica con la patria lejana desde el fluir de la sangre.





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GUYRAŨ
Flauta de bruja expresión
deja en paz mi corazón
que al escuchar tu canción
despierta mi compasión.

Flauta de bruja expresión
deja en paz mi corazón.
Canto tu salmo,
canta tus penas.

Ave que viejas leyendas
las haces ecos de un amor,
entre príncipe y princesa
de mi estirpe guaraní.

Ella, una tarde de estío
Junto a una estrella marchó…
y tú, consterno de pena
repicas en tu flautín.

Ave de brujas expresiones
canta tu flauta canción
que enternece el corazón.

Guyxaũ chopi ani ani ani
kóicha che ánga nupã
tuicha ko añomotĩ
aikuaávo che añaha.

Tu trino de cristal
tu trino guyraũ chopĩ
guyraũ chopĩ eju eju

Flauta de bruja expresión
guyraũ chopĩ eju
guyraũ chopĩ eju.


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