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viernes, 4 de mayo de 2012

6761.- IVÁN CARABAÑO AGUADO




Iván Carabaño Aguado (Madrid, 1975) es médico especialista en Pediatría y escritor. Es asimismo autor de los ensayos Nanas ortodoxas, nanas peculiares, La muerte de Charlot: temas, personajes y expresiones en las canciones infantiles clásicas españolas y Llorar es sonreír despacio: el impacto en las viñetas de El Roto. Su obra poética está recogida en los libros Mis peces vivos, La historia inventada de Luis Alegría, Si Chet Baker te viera, Variaciones sobre el sol y la lluvia, Tatami de olvido, Pájaro que sufre por el ala derecha y Océano jazz, así como en revistas específicas (Cuadernos del Matemático, Nayagua, Qi, Ágora, Zincel, Lavarquela, El otro, Las afinidades electivas) y diversos volúmenes recopilatorios. Ha recibido varios premios literarios, nacionales e internacionales, entre los que destaca la medalla literaria de la Cías Club UNESCO como representante de la Unión Europea por la traducción al italiano de su poemario Razones para no acostumbrarse (1993).





POP SOBRE TETE


El niño ha pinchado con un alfiler el globo
del sol, y de la inmensa centella resultante
ha brotado una luz que le permite 
ver el teclado 
a Tete.


Y el pianista del traje impoluto,
después de meditar una respuesta
para sus adentros, admite estar
un tanto decepcionado.
“Pensaba


que sería una habitación
llena de espejos, o un empedrado de colores”,
comentó. 
Las virutas solares, sobre el blasier


azul marino del jazzman,
dibujaban un cuadro pop.


( de Variaciones sobre el sol y la lluvia,  2011, editorial Vitruvio)








ORNITOLOGÍA
El pájaro que no vuela.
El que vuela demasiado porque se piensa el rey de los pájaros.
El que salió de la rama mientras yo dormía.
El que sabe cantar pero no me gusta.
El que sabe que si canta puede hacer de mí lo que quiera.
Tucanes parados.
Loros que dicen Góngora.
Periquitos machos que miran desafiantes como si fueran estibadores.
Pájaros domésticos
con cresta de sabios.



(Tomado de Oceáno jazz, publicado en 2011 por ediciones Bohodón)












POEMA 42 


Recuerdo que me sentaron
frente a una planta. Me dijeron: “¿Puedes ver
este brote? Eso es un hijo.”


Siéntate en mis rodillas, niño de treinta años.
Acude, hijo mío, aleluya del aire, cobra
vida en mis piernas. Vuelve
a nacer, que la vida te quiere convocar
de nuevo. Todo ser irrepetible,
que se haga dos, ánimo, venga. Quiero
que cada persona se complete con su opuesto:
que se formen personas que conjuguen
la poesía y la ciencia,
la escultura y la danza,
los amores y el odio.


El mal y el bien quieren subir,
hijo, a tu cuerpo. Déjales entrar.
Ya conocen tu sangre.
También te buscan la admiración, la rosa verde
del espanto, la desgracia y la dicha,
la sobriedad, la picaresca. Hay muchas balanzas
en lo que te quiero enseñar.
Dales cobijo a todas.
Ramifícate de forma incesante:
dos, tres, quinientas veces.
Sé como esa planta perpetua que no descansa.
Llénate de la vida y no bosteces,
que el bostezo del mundo es estar triste
y un bosque en el pecho es la alegría.


Hazte bosque, bosque de tus posibles,
y escucha el canto de tus propios pájaros.
Serénate con ellos y hazte mucho,
vuélvete más en tu persona. Que te daré
la lumbre y los primeros pasos,
si naces otra vez al mediodía.










Propaganda 


Te ofrecen un papel lleno de letras,
te lo dan y no preguntas,
extiendes la mano y la sonrisa
como una vendedora amable,
como los monaguillos de la iglesia,
lo metes en el bolso o en el cuerpo,
lo acoges, lo guardas y lo olvidas,
y vuelves la cabeza
para mirar el río,
para llegar de pronto a la fachada,
para dar con la tienda o con la esquina
del siguiente misterio.








El combate de toda una época


La batalla del número uno contra la página en blanco
es uno de los acontecimientos más esperados,
y puede que ocurra en cualquier momento.
Según se ha dicho,
la batalla del número uno contra la página en blanco
servirá para resolver el eterno problema,
el melodrama que mantienen los partidarios de la ciencia pura
(los devotos del uno) contra los corredores de la imaginación
(que defienden a capa y espada la solemnidad de una página en blanco).
Los partidarios de la ciencia pura alegan que el número uno
ya no es el símbolo autoritario que fue en tiempos,
que se ha vuelto un toro manso,
que dialoga más, que ya no replica por todas las calles:
que, en definitiva, ha perdido el bastón de mando y ahora es un número encantador.
Los corredores de la imaginación, por el contrario, llenos de piernas inauditas,
defienden a la página en blanco con la tromba de su carrera,
porque la ven desvalida pero no saben justificarlo,
y quieren relatar su delicia pero les sale el espanto de esa forma inconcreta,
de ese huérfano folio, de esa cara sin vida.
En cuanto se localicen ambos, un fantasmagórico toque de tuba
dará la señal de que todo comienza. Puede que con puñetazos,
o quizá con palabras altisonantes y empujones graníticos,
o sólo con tensión y fiereza, muy cerrados los puños de todas las almas,
lo cierto es que todos nos detendremos
para mirar quién vence.








HOMENAJE A PAUL MOTIAN


Bill Evans tuerce el gesto 
para que Motian empiece sus tirabuzones 
de lluvia. El escenario, al punto, 
se llena de swing. 


                           LaFaro, por su parte, enarca 
de un pescozón sonoro todas las cejas del público, 
especialmente las de las chicas rubias de la fila siete, 
esas que se jugarían al póker 
su prestigio y su pecho 
por el abrazo sutil y unánime de un trío 
en el Village. 


                     Atacan Solar, del viejo Miles, 
con la misma elegancia que si fuera 
una polonesa del XIX, 
y uno puede ver un cisne loco 
remontando con sus piruetas de ganster 
el cielo de la posteridad.





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