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sábado, 3 de agosto de 2013

PEDRO SEVYLLA DE JUANA [10.357]


Pedro Sevylla de Juana

(Palencia, 1946), escritor español.
Pedro Sevylla de Juana nació en plena agricultura de secano, allá donde se juntan La Tierra de Campos y El Cerrato; en Valdepero, provincia de Palencia. La economía de los recursos a la espera de tiempos peores, ajustó su comportamiento. Con la intención de entender los misterios de la palabra escrita, aprendió a leer a los tres años. Para explicar sus razones, a los doce se inició en la escritura. Ha cumplido ya los sesenta y seis, y la nostalgia de lo que quiso ser le mueve a intentarlo de nuevo. Sin embargo, transita la etapa de mayor libertad y osadía; le obligan muy pocas responsabilidades y sujeta temores y esperanzas. Ha vivido en Palencia, Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril, Tánger, París y Ámsterdam. Publicitario, conferenciante, traductor, articulista, poeta, ensayista y narrador; ha publicado veintidós libros y colabora con diversas revistas de Europa y América, tanto en lengua española como portuguesa. Trabajos suyos integran seis antologías internacionales. Reside en El Escorial, dedicado por entero a sus pasiones más arraigadas: vivir, leer y escribir. www.sevylla.com

Obra

Narrativa

Los increíbles sucesos ocurridos en el Principado (1982).
Pedro Demonio y otros relatos (1990).
En defensa de Paulino (1999).
El dulce calvario de la señorita Salus (2001) 1ª edición
En torno a Valdepero (2003).
La musa de Picasso (2007).
Del elevado vuelo del halcón (2008)
La pasión de la señorita Salus (2010) 2ª edición
Pasión y muerte de la señorita Salus (2012) 3ª edición
Las mujeres del sacerdote (2012)

Poesía

El hombre en el camino (1978).
Relatos de Piel y de palabra (1979).
Poemas de ida y vuelta (1981).
Mil versos de amor a Aipa (1982).
Somera investigación sobre una enfermedad muy extendida (1988).
El hombre fue primero la soledad vino después (1989).
Madrid, 1985 (1989).
Aiñara (1993).
La deriva del hombre (2006).
Trayectoria y elipse (2011)
Elipse de los Tiempos (2012)

Ensayo

Ad memoriam (2007).
Ediciones colectivas[editar]
Premios de narraciones "Miguel Cabrera" (1997).
Premios "Relatos de la Mar" (1999).
Premios "Paradores" de Relatos (2002).
Antología de cuento breve. Salón del Libro Hispanoamericano. México (2009).
II Día internacional de la poesía en Segovia (2011)
Antología de Relatos Hispanoamericanos Latin Heritage Foundation (2011)

Poética

Si investigo las causas que me alejan de la soledad impulsándome a la acción, la belleza, entendida como equilibrio y armonía, ocupa un lugar primordial. A ella voy una y otra vez portando mi equipaje, reincidente de búsquedas pensadas o impensadas. Ya en ella, me quedo como en casa propia, refugio cálido o fresco según deseos y necesidades. Después apenas queda exploración, la belleza llena todo el yute de los sacos vacíos, toda la lona de los costales, los canastos hasta el asa, cestos, bolsos y bolsillos. ¡Hay tanta...! Adonde dirijas la mirada, está: soberbias montañas, valles pronunciados, llanuras extensas, flora y fauna de variedad prolífica, desiertos formados por suaves colinas ricas en matices de un solo color o líquidas profundidades adornadas de peces y escollos coralinos; vastas nocturnas luminarias separadas entre sí por miríadas de kilómetros vacíos y repletas gusaneras de minúsculos virus invisibles. Se la ve desperezarse en el rocío de las madrugadas o cerrar los párpados tras las espléndidas puestas de sol. Por si no bastara, la mano del hombre y su ingenio han construido, pieza a pieza, todo un laberinto de hermosura. Pinturas partícipes de la armonía copiada de la naturaleza, floridas de aportaciones personales que diferencian a las unas de las otras; esculturas que siguen los derroteros marcados por la imaginación, responsable del exuberante derroche de formas y volúmenes ganados al aire; edificios insolentes, algo más que habitáculos, idóneos para que el espíritu aspire a alcanzar la estética suprema del arco celeste, de los horizontes huidizos; composiciones de Johan Sebastián Bach y Louis Daniel Armstrong: desde el murmullo del agua en el arroyo hasta el bronco cañón de las tormentas. Y un engarce íntimo de las artes bellas, ajustadas hasta conseguir la máxima perfección que el ojo humano puede apreciar, el entusiasmo que agota la capacidad emocional de las personas. ¡Abunda tanto la belleza!; escarbas y aflora. Se descubre tierna, voluptuosa, niña que se va haciendo mujer y camina sin pausa, conquistando habitaciones, la casa en sus dimensiones verdaderas, desde el propileo abierto a brisas cálidas, hasta el elevado palomar de los arrullos afectivos; calles, caminos, recorriendo el mundo, impregnándole de su vaho sutil, perecedero, renovado. Dispongo en los ojos un lugar destinado a ella cuando viajo; así, quienes esperan mi llegada, reciben en el relato su correspondiente porción llena aún de frescura. Simetría, orden, simpatía de los contrarios o de los iguales, similitud, contraste; llamada repetida al sometimiento, a la huida, a la norma y a la constante rebelión. Hay belleza para rato; las células y los electrones se organizan una y otra vez en hermosos conjuntos sucesivos, siguiendo al albur la ley de probabilidades. La poesía adopta a la realidad, la amamanta, la acuna, la desnuda, y la hace suya, recreándola. La poesía es cangilón, es vasija, es vaso; y el poeta es arcaduz que entrega su mirada, su sospecha, sus sueños y quimeras, su saber y entender, su sentir, su deseo de amar. Poesía es belleza y equilibrio, es síntesis y es ritmo. Poesía es búsqueda. Poesía es progreso. Es donación, es aire, es acero, es espuma, es raíz, es vértigo.




El rapto de Europa 

                 Al indignado,
                 anónimo o identificado.

Pude ser tu cómplice
en la cuadratura del círculo 
y del triángulo 
isós
celes.
Pude estar contigo
cuando rabia y osadía,
se unieron a tus escasas fuerzas 
para enfrentarse al brutal 
atropello dominante.
Europa raptada
 por el Toro de la desproporción social:
despilfarro y hambre.


Debí estar
contigo
en defensa de la cosa pública
puesta entre paréntesis por la rapiña privada.
En una parte
lo común y, enfrente,
el individuo aislado nutriendo su egoísmo.
Belleza acorralada de las flores, 
de la ternura y la solidaridad fraterna;
bajo un cielo de pólvora
sobre una canción protesta.

Pude ser tu cóm
plice
pero no supe calibrar
la ciclópea fuerza de tu ira,
brazo izquierdo
bañado en óleo inconformista,
rebelde;
sangre de fragua
templando el acero
de la espada.

Ahora es tarde, me dices, 
languidece
la queja
entregada a la obediencia sumisa. El Papa 
tararea mi canción.
Y la tiranía sigue
aquí y allá,
sana, salva y próspera.

Pude ser tu cómplice
contra quienes juntan riquezas,
genuinos
agujeros negros de todo cuanto
existe;
servidos por legisladores a sueldo, 
sacerdotes del dios
dinero,
mercenarios de la inteligencia estéril
y de la justicia sorda.

Pude, y me duele el recuerdo de no haberlo sido. 
Pude ser tú cómplice contra aquellos
que borran cualquier risa, 
cualquier goce,
verdugos sin conciencia ni piedad,
que día tras día 
desangran
corderos humanos.

Pude ser tu cómplice, y me enardece saber
que para vestir a un rico
hace falta desnudar a mil, dos mil, 
diez mil
pobres;
que con lo que cuesta adelgazar a un rico
se puede alimentar a mil, dos mil 
diez mil
hambrientos;
y que para educar a un rico
en los modos democráticos
no basta con reducir casi a cero
las horas lectivas de quienes 
carecen de libros y cuadernos.






La deriva del hombre
(Selección de poemas de los cuatro libros)



Amanecer de pan y de simiente

A mi nieta Judith,
que aún habita el vientre de su madre







UNO

En su propio final inalcanzable, se enraíza el imposible principio del tiempo; y los bordes del espacio se alejan a la velocidad de la luz, siguiendo los treinta y dos rumbos de la rosa de los vientos.
La eternidad es el tiempo que tarda la luz en recorrer el espacio infinito; la infinitud es el extremo espacio que la luz alcanza en su eterno recorrido. Se explican juntas ambas, la una sin la otra no son nada.






CUATRO

El día y la noche, las frías nieves y el carbón ardiente, el bien y el mal estaban en los inicios muy unidos; lo superfluo y lo esencial, lo sólido y lo líquido.
Rojo y negro eran un sólo color, izquierda y derecha un mismo lado, espalda con espalda convivían, iguales y contrarios. En los códigos genéticos de los peces y los saurios, luchaban por la posterior evolución, simios y humanos.
Catedrales góticas y conmovedoras puestas de sol, bullían entre los audaces sentimientos solidarios, y los disparos dirigidos a la insurgente multitud por miles de tiranos.






CINCO

No podía durar eternamente la concordia, la tensión crecía como en resorte oprimido, como en caña arqueada; la identidad de cada animal, de cada planta, de cada pensamiento o acción se perfilaba.
La explosión liberadora fue la consecuencia natural, y cada elemento encontró su relativa posición: el cazador y la liebre, el punto, la coma y los paréntesis.
Rescoldo de volcanes, gris y pardo amanecía; duras las formas, desabridas.
Dio comienzo el orden de las cosas, gobernado por rígidos preceptos, cuando las pesadas rocas lograron diferenciarse del légamo.






NUEVE

Me inquietaba el misterio de la primera palabra, y adoré a la Tierra fértil hasta saber que era infecunda sin agua. Adoré al Agua, mientras descubría que es cosa del sol, la inexplicable magia de la evaporación. Adoré al Sol ignorando que su hoguera, precisa el soplo huracanado del aire, para arder con llama viva, dar calor, luz y energía.
Y adorando al Viento fugitivo, el alma se me rompía.







DOCE

Sin lluvia, en primavera sólo florecen las palabras: voces de secano, mucha profundidad y poca altura; llanas, agudas.
El viento impregna de polen las palabras, y los inertes signos, con ayuda de la voz surgida en la garganta, se activan, se vuelven acantilado abrupto frente al mar, orilla cercada de moribundas olas, pez que perfora las aguas atraído por el anzuelo sin cebo, mano de amante peinando inmensidades mórbidas, desnudando finísimos cabellos.
Las palabras identifican lo incógnito, lo fijan al espacio y al tiempo, y se convierten en brebaje exaltador de ánimos, en bálsamo que apacigua las violentas sacudidas del seísmo interior de los humanos.
La palabra dicha es un son efímero, la palabra escrita es un leve trazo. Sin embargo, por la palabra se mata; por la palabra se muere, sin embargo.







TRECE

Moldeó el río sus meandros, lecho abierto, guijarros; cabalgó la madrugada hacia formas más precisas, fuimos muchos para las escasas liebres y levantó hermano contra hermano la codicia.
«Que inicien el ataque los arqueros, caigan después los de a caballo, terminen los infantes la refriega»: con voz profunda y con aplomo, exclamó vigoroso el estratega. «Los muertos recogidos detrás de la línea de partida, no alcanzarán el ansiado paraíso»: sentenció iracundo el druida.
No hubo victoria que admitiera tierna a los pacíficos, heridos por las armas de uno y otro bando, ni lecho de plumas que distinguiera a los inválidos. Fueron los pícaros quienes reivindicaron el triunfo logrado por los recios; y para premiar a los héroes innúmeros, insuficientes resultaron los cielos.







DIECISIETE

Vinieron de visita, conquistadores, se quedaron un tiempo, y conquistados se fueron. Balance equilibrado, de todos aprendimos, a todos enseñamos.






DIECINUEVE

Emoción y lógica caminaban juntas —humanas complementarias facultades— codo con codo por valles y llanuras, y el hombre resultaba invulnerable.
A veces el pensamiento parecía tomar la delantera, hasta que el sentimiento avanzaba decidido, alcanzando una ventaja manifiesta.
Beneficiarios de la emoción los poderosos, rompieron el frágil equilibrio, y la obediente muchedumbre siguió los rígidos carriles que conducen hacia bastardos objetivos.






VEINTICINCO

Empujadas por el viento se concentraban las candentes nubes, yendo hacia la individualidad desde la nada; y ya, anhelante, mi tierra se esponjaba.
Era el Cosmos un gas desesperado, alejándose presuroso de la explosión primera, y la tierra mía, cuajada de amor y sementera, inexperta se abría.
Se entibiaba el magma y los cuatro elementos forzaban su separación, estaba aún enrollada la alfombra de los días, la justicia dormía el sueño de los justos y mi tierra en celo esperaba receptiva.
Peñas gigantescas de un rojo muy vivo, vagaban por el espacio sin fondo iniciando los planetas huidizos; el piar de los gorriones ni siquiera era un proyecto, lo mismo que la blasfemia, la retórica o al quebrantahuesos; y la fecundidad de mi tierra, crecía en silencio.
Se fue abriendo en surcos recipientes, la tierra inerte del principio, y con el aliento humano y el sudor de la frente, nació en ellos el austero trigo, amanecer de pan y de simiente.





___________________________________
La Máquina del Mundo

Poema de Carlos Drummond de Andrade




Ponto Morto Pedro Sevylla de Juana

Había traído al castellano
desde el idioma portugués varios cientos
de poemas, hijos de muy distintos
bardos;
por eso me atreví con uno de los grandes:
Carlos Drummond
de Andrade y su audaz
y celebrado
“A Máquina do Mundo”;
pilar del Modernismo en este
Brasil
de mis desvelos.

“…se foi miudamente recompondo,
enquanto eu, avaliando o que perdera,
Seguia vagaroso, de mão pensas.”

Llegué al punto muerto,
ciertamente,
en la postrera estrofa, piedra angular
y cierre del poema.
Mas stricto sensu 
la dificultad,
insalvable por entonces,
de mão pensas
premeditada falta de concordancia
estaba en las tres palabras
últimas.

“Y como mis pies palparan suavemente 
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca…”

Me animó el principio, lo confieso,
y creyéndome 
capaz de traducirlo entero
continué cargado 
de optimismo contagioso contagiándome:

“…la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.”

Presentía mi inmodestia
algún inconveniente 
de los considerados menores.
Nada ni nadie iba a suponer obstáculo bastante
para que, mi fuerza expresiva, expresara
-raíz y tallo nutriéndose, armonía encadenada-
lo mucho que mi inteligencia compartía.

“Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable…”

Progresivos
sonido y movimiento, amanecían
martes y miércoles unidos,
jueves y viernes de la mano
y yo me las prometía
tan felices.

Ignorando aún
lo que ahora sé, mi conocimiento
borraba: Se abrió, para escribir
en su lugar: “Arrancó”: 
palabra clave.

“…esa exégesis integral de la vida
ese vínculo inicial y único
que no llegas a interpretar pues tan arisco…”

Filosofía, metafísica, teosofía, naturalismo,
sociología, sicología: entiendo al hombre 
en su conjunto y en las partes:
homo homini lupus; amor, primera fuerza
metafórica:
estoy bien preparado:
me dije: exégesis sin duda tiene ahí su hueco.
Sé adónde voy?: conozco un sendero.

“…y la gloria de los dioses y el imponente
sentimiento de muerte, que florece,
en el mástil de la existencia más gloriosa…”

Exultante estaba y convencido
de mis inestables reservas, ente yo
que se autoalimenta
alimentando la propia cambiante duda;
ya, viernes nueve,
poco antes
de las dos de la mañana,
desconociendo que en una noche 
posterior de insomnio
el laberinto de mão pensas
pensando y repensando 
iba a mostrarme su salida.

“…como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra…”

Presto y fremente: pronto y vibrantes:
pluralizo porque preguntada Rê, 
momentáneamente lisboeta, no
puede darme ayuda,
ni el diccionario Priberam siempre tan 
atento a mis necesidades.
Recurro a Mario
también Andrade de apellido,
a sus cartas cruzadas con Carlos 
y no está en ellas la salida.
A Ester Abreu voy, último recurso,
y en su respuesta rauda y contundente,
minucioso análisis de las palabras,
leo, acepto,
y resuelvo 
motu proprio, escribir:
“olvidados credos requeridos”.

“…pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas...”

Descubría admirables el nexo literario, 
el ritmo, la pasión,
la vehemencia sujetada; pero en la amanecida
me intrigaba más aún
el sentido exacto que el poeta
quiso dar a las indómitas palabras
 “de mão pensas,” su concreción abstracta.

Me encontraba en punto muerto
esperando una resurrección imposible 
o un entierro profiláctico, cuando
la primera luz de la alborada, en otra noche,
iluminó mi mente trasladándome,
infante, a mi pueblo;
época agitada del trazado 
de esa breve carretera que va de Valdepero
 a Valdeolmillos.

Allí el burrero y su reata de asnos,
serones repletos de rocas;
allí los pedreros, que
con sus martillos largos
machacaban peñas, alisando;
allí los peones con sus paladas de tierra,
allí la máquina aplanadora,
apisonadora por buen nombre:
férreo cilindro macizo la rueda delantera
destinada a compactar el suelo, 
transformando
tierra y piedra sueltas 
en calzada resistente. 

Eso era, ahí estaba el quid.

Esclarecido y esclarecedor
me dispuse a retirar del engranaje el palo
en la traducción de "A Máguina do Mundo".

La acompasada voz silente de la cachazuda máquina,
vino a mí: atrás y adelante, adelante y atrás,
guiada por un operario experimentado,
sutil e inteligente,
que se hacía preguntas y respuestas,
y en los descansos muchos
bajaba a tierra para palpar con el pie el empedrado
o apoyaba, pensativo, en el timón 
los brazos cruzados, las manos sobrepuestas,
observando los trajines de los demás oficios
desarrollados a sus pies.

Saturados de murmullos: “hálito, eco
o simple sacudida”, mis oídos internos.
Lleno yo de un vigor intuitivo
destinado a seguir vertiendo
al castellano
esas “verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;”:
las tres robustas palabras últimas del vibrante
poema 
de Carlos Drummond de Andrade, 
adopté la decisión de terminarlo así:

“…poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.”

PSdeJ El Escorial a 15 de agosto de 2013





La Máquina del Mundo

Poema de Carlos Drummond de Andrade
Traducción de Pedro Sevylla de Juana


Y como mis pies palparan suavemente
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca

se mezclara con el murmullo de mis zapatos,
pausado y áspero; y aves flotasen
en el cielo de plomo, y sus formas negras

lentamente se fueran diluyendo
en la crecida oscuridad, bajada de los montes
y de mi propio interior decepcionado,

la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.

Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable

por las pupilas gastadas en la observación
constante y dolorosa del desierto,
y por la mente rendida al registrar

toda una realidad que excede
su  propia imagen esbozada
en el rostro del misterio, en los abismos.

Se abrió en inocente quietud, e invitando
a cuantos sentidos y presentimientos conservaba
quien de haberlos usado ya los perdiera

y no deseara recobrarlos,
si en vano y eternamente repetimos
los mismos periplos tristemente desorientados,

invitándolos a todos, en tropel,
a habituarse a los desconocidos nutrientes
de la naturaleza mítica de las cosas,

así me dijo, empero, cierta voz 
 hálito, eco o simple sacudida
atestiguando que alguien, sobre la montaña,

a otro alguien, noctívago y desventurado,
en conversa se estaba dirigiendo:
“Lo que indagaste en ti o fuera de 

tu pequeñez y nunca se mostró,
incluso aparentando darse o rindiéndose,
y encogiéndose más a cada instante,

mira, observa, reconoce: esa abundancia
excedente en toda perla, esa ciencia
sublime y tremenda, pero impenetrable,

esa exégesis integral de la vida,
ese vínculo inicial y único,
que no llegas a interpretar, pues tan arisco

se reveló ante la vehemente investigación 
en que te desgastaste... percibe, considera,
abre tu pecho para hospedarlo.”

Los más soberbios puentes y edificios,
lo que en los talleres se da forma,
lo que discurrido fue y, seguidamente, alcanza

distancia superior al pensamiento,
los recursos de la tierra sometidos,
y las pasiones y los impulsos y los suplicios

y todo lo que explica al ser terreno
o se prolonga hasta en los animales
y llega a las plantas para filtrarse

en el sueño resentido de los minerales,
rota al mundo y vuelve a abismarse
en la insólita disposición geométrica de todo,

y el absurdo primigenio y sus enigmas,
sus verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;

y la gloria de los dioses, y el imponente
sentimiento de muerte, que florece
en el mástil de la existencia más gloriosa,

todo se manifestó en ese destello
y me reclamó para su reino soberano,
sometido por último a la visión humana.

Pero, como yo me resistiera a responder
a solicitud tan prodigiosa,
pues la fe se adormecía igual que el ansia,

la esperanza más exigua — esa aspiración
de ver desvanecida la densa obscuridad 
que entre los rayos del sol aún se filtra;

como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra

que voy por los caminos mostrando,
y como si otro ser, distinto de aquel
habitante de mí hace tantos años,

pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas

en sí mismas abiertas y cerradas;
como si un don tardío ya no fuera
deseable, antes bien desdeñando,

bajé los ojos, negligente, distendido,
rehusando aceptar la cosa ofrecida
que se abría gratuita a mi intelecto.

La sombra más tupida ya descansara
sobre la carretera de Minas, empedrada,
y la máquina del mundo, rebatida,

poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.



PSdeJ  El Escorial 11 Agosto 2013

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