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lunes, 25 de junio de 2012

7272.- JAIME SUÁREZ QUEMAIN


Jaime Suárez Quemain (San Salvador, 1950 – 1980) fue un poeta y periodista salvadoreño.
En la escena poética Suárez, hijo de un boxeador, se dio a conocer al ganar un certamen estudiantil nacional en 1970. Formó parte del grupo literario “La Cebolla Púrpura” en el cual estaba incluido el escritor David Hernández; asimismo trabajó como el jefe de redacción del periódico La Crónica. Incursionó también en el teatro.
En los años 1970 frecuentaba el café Bella Nápoles en el centro de San Salvador, lugar de reunión de poetas y escritores jóvenes. De este lugar Suárez fue sacado violentamente por un grupo de desconocidos armados de metralletas. Asesinado a machetazos, su cuerpo fue abandonado en un basurero de Antiguo Cuscatlán.

Acerca de él escribe David Escobar Galindo:
Su poesía es directa, punzante, sin mucha elaboración, ni interior ni formal. Se salva por la fuerza y la sinceridad. Temperamento de signo anarquista, según lo dejó traslucir en muchos poemas.

Y José Roberto Cea:
Jaime era poeta antes de ser periodista, pero antes de ser poeta era un hombre preocupado por el destino de su pueblo(...) En cuanto a su labor poética, decimos que estaba en ese período de afirmación, en ese período de aprendizaje(…) de ahí que muchos de sus textos nos dejen un sabor de no concluidos(…) pero sí tienen la combustión del hombre que es poeta y sabe que tiene que decir su mensaje, lanzar su voz, dejar su testimonio de un tiempo duro y amargo…

Obra

Un disparo colectivo, poesía, edición póstuma. San Salvador, 1980.
El discreto encanto del matrimonio, teatro, 1980.





Los dictadores 

…los dictadores, señor, deambulan entre sombras 
Y en horas nocturnas ingresan como acólitos en 
Ceremonias donde oficiantes de negro celebran horrendos 
Ritos en contra del hombre 
Usted sabe, señor 
Que ellos podrían 
Cambiar la religión, 
De indumentaria. 
Opero usted los convierte 
En guardianes de su estómago, 
Les compra rifles 
Y juegan a la guerra 
Y luego usted, señor, 
Usted los condecora 
Y orgullosos caminan sacando 
El pecho que está lleno 
Por dentro de alacranes 
Y usted los aplaude 
Y usted los elogia 
Y goza con el clima de tranquilidad, 
De muertos en los ríos, 
De secuestros, de torturas, 
De bombas y de sangre. 
Y usted los premia 
Permitiéndoles sentarse a su mesa 
Y que entren a sus clubes 
Y se casen con su prima lejana 
Educada en Europa 
Y les pasa sus vicios 
Y ahora juegan bridge 
Y beben whisky 
Y manejan un mercedes. 
Los dictadores, señor, 
Olvidan que nacieron 
En medio de un arroyo 
Y disparan en contra del arroyo 
Y pretenden sacar aquel arroyo, 
Hasta que un día 
El arroyo es un mar 
En el que mueren podridos: 
Usted y los tiranos. 






Porque cuando estoy triste no me importa el mal tiempo 

Daría cualquier cosa por cambiar mi tristeza, 
Por cambiar la manera complicada 
Que me arrastra a tus manos, 
Por ocultar esta forma de mirarte, 
Este estúpido juego en el que estoy embarcado. 
Daría cualquier cosa 
Por hacer caso omiso a las palabras, 
Llegar al psicoanálisis y encontrarme dormido. 
Descubrir que soy triste como un día de lluvia. 
                                Simplemente me asfixio 
                                Y sangro simplemente. 

Porque lloro en las noches 
Cuando el miedo me envuelve. 
Porque duelen los días, porque duelen los ojos 
Y no basta la angustia 
Para borrar el agrio temblor que hay en el tiempo. 
Porque en este sendero no hay descanso posible. 
La meta es una estrella más allá de tu rostro. 
Los hombres son fantasmas vagando por el polvo 
Y la vida el camino que nos lleva al olvido. 
Las estatuas son sombras… 
Tontas prolongaciones de gente que intentó ser eterna 
Y terminó en chatarra rodeada de mendigos. 
                                    Simplemente me asfixio 
                                    Y tú no lo comprendes 
                                    Y si no lo comprendes… 
                                    Que más da que me asfixie…. 
Porque cuando estoy triste no me importa el mal tiempo 
Ni la última mordida que me lanzó el amigo, 
Ni las fauces sangrientas de un idioma extranjero. 
Me preocupan tus ojos más que el hielo del mundo. 
Me preocupas y punto







Mientras la cabeza pelona de Benito aparece 
Nocturna y criminal sobre la patria 

No deseo el poder, pido la vida. 
José Roberto Cea 

Un día te arrinconan, no te piden permiso, 
Con una mueca imbécil se ríen de tus versos, 
Se burlan de la pálida caricia 
Que lograste calcar a pedacitos, 
De la risa de tu hijo 
Que goza cuatro meses de edad 
Sin saber lo que le espera, sin comprender 
Que hay sombras malolientes que vigilan, 
Que acechan tenebrosas su inocencia 
Mientras su padre 
Deambula sin empleo por las calles, 
Jodiendo a los amigos para que el niño crezca, 
Para que evada 
Y el cañonazo frío y fantasmal del hambre, 
Ahora que es tiempo de realizar la hazaña 
—el índice de desnutrición 
En niños menores de cinco años 
Es del 67 % según las cifras del INCAP— 
Ahora que es tiempo de ver cómo resiste, 
Porque tiene que crecer, desarrollar sus puños 
Y un día reclamar lo que le deben, 
Lo necesario que se le ha quitado 
Para dárselos a otros en exceso. 
Porque un día tratarán de arrancarle la sonrisa, 
De obligarlo a marchar con el rebaño, 
De impedir que camine solidario 
Con los que avanzan de acuerdo con la historia 
Y se burlan del último discurso 
Que escucharon contritos, meditabundos, 
Haciéndose los majes, 
Los susceptibles de ser anestesiados 
Por cualquier hitlercito de bolsillo, 
Mientras la cabeza pelona de Benito 
Aparece nocturna y criminal sobre la patria. 
Porque están los que lo saben y lo gritan 
Y están los que lo saben y lo callan 
Y están los que ni siquiera lo saben 
Y esperan sentir en carne propia 
Los colmillos rompiéndoles el alma 
Para saber que es cierto, 
Que no son duendecitos inofensivos 
Los que hacen sesiones 
Y planifican la muerte colectiva, 
Y está el poeta 
Cargando sus poemas y su máquina, 
Musitando cocteles de palabras para hacer la coraza
Que proteja la sonrisa infantil del poemita 
Hecho con su mujer 
Una noche en que estuvo mucho más que inspirado 
Y la Asociación Demográfica 
Lloraba de criminal impotencia…








Un disparo colectivo 

Porque me quema a veces la nostalgia, 
El asombro en la voz, el pase en corto, 
Las perras ganas de aguantar a los fantasmas 
Que me comen el alma a dentelladas, 
Mientras se escucha en el café 
Una melodía tristona —siempre son tristes 
Si es en el café donde se escuchan— 
Y yo me desangro inútilmente, 
A borbotones pero inútilmente, 
Cuando de amor repleto 
Me voy por esas calles de dios 
Con papel tumbado por el viento 
Y se oye el crujir, el alboroto 
De ese tiempo que se cae pese a todo 
Y ya no bastan diques ni compuertas, 
Ni muros que detengan la avalancha, 
Porque los duendes ya no asustan a los niños 
Y soy —aunque no quieran— un disparo colectivo, 
Una pringa de luz en las tinieblas 
Y porque —por más que me maldigan— 
Nací para soñar 
Aunque el sueño de plano esté prohibido 
Y se acerquen los dichosos normales 
Y me quieran cambiar mi canción, 
Cargarme con sus baterías y volverme imbécil 
Que esté al tanto del último grito de la moda, 
Y del actual amante de doña Fulanita 
O del mustang azul de don Idiota, 
Y porque les molesta 
Mi profunda vocación anarquista, 
Mi sacrosanto amor por la desobediencia, 
Y quieren carme con sus palos, 
Ponerme su disfraz
Y que baile la samba que ellos bailan, 
Y porque digo no, 
Y me vale un pito, 
Y prefiero mis fantasmas 
O jugar con mi sombra. 
Y mando al carajo a “los inspectores de herejías” 
Que quieren registrarme, anularme el carnet, 
Voltear mi cerebro 
Y averiguar qué es lo que guardo, 

Y convertirme en ciudadano robot, 
Clásico ejemplo de las buenas conciencias. 






Un round a tu recuerdo 

Siempre me opuse a caminar  
Con tu estatura 
En el ojal de la camisa 
— Siempre cuestión de orgullo— 
De allí proviene el hecho 
De entregarte tan tarde este poema, 
Por lo que pasa a ser 
Algo así como un telegrama rezagado. 
La verdad  
Es que de momento 
Se me vino a los ojos tu palabra, 
Llena de la humildad 
Que cubría el eco de tu nombre. 
Vino así, 
No sé cómo, 
Sin llamar a la puerta, 
Simplemente 
Tomó mi dolor entre sus brazos 
Y me llevó hasta la vieja casa, 
Al canapé donde solías hacer la siesta 
Y fumabas tu tristeza. 
Eran los días. 
En que clinchabas tu presencia 
Con el rostro de un niño que tenía  
Doce años jugando entre tus manos, 
Y contabas tus hazañas en el ring del mundial 
Cuando el boxeo era boxeo 
Y no una exhibición amanerada. 

Ahora, viejo, 
Las cosas han cambiado,  
Ya quedó atrás el muchachito 
Que contempló tu muerte, 
La vida me hace madurar a bofetadas.  
Pero no creas
Que doy con los dientes en el polvo,  
Como tú 
Pienso que es permitido doblarse 
Pero no partirse. 
Y ahí voy, caminando, 
Finteándole a la vida su amargura, 
Cuidándome de los golpes a los bajos, 
Tratando 
De terminar en pie este largo round. 
Aunque a veces te confieso,  
He llegado a flaquear, a quedar groggy 
Y querer tramitar un suicidio voluntario. 

Pero basta un vistazo a tu retrato 
Y ya no hay vuelta de hoja, 
Sé que dejaste tu punch sobre mi verso, 
Y jab a jab 
Iré elevando mi nombre hasta tu nombre. 
Viejo, 
Tengo una deuda contigo, 
Me querías ingeniero, 
Y te salí poeta, 
Pero no es cosa de ir por ahí 
Soportando un disfraz que desentona. 
Contigo pasó lo mismo, 
Te querían curita  
Y saliste campeón de box ¡ Y qué campeón, carajo! 
“Perdona que te quite tu tiempo” 
Pero a veces 
Cuando estoy tan solteramente solo  
Y me urge hablar con alguien  
Se me viene a los ojos tu palabra…





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