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miércoles, 29 de agosto de 2012

7728.- OSCAR STEIMBERG




Oscar Steimberg
Oscar Steimberg (Buenos Aires, 20 de diciembre de 1936) es un semiólogo y escritor argentino.
Fue designado profesor emérito por el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y es director de Posgrado del Área de Crítica de Artes del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA). Presidió la Asociación Argentina de Semiótica y fue vicepresidente de la Asociación Internacional de Semiótica Visual. Integra la comisión de Postdoctorado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Comenzó a publicar en los años sesenta. En 1970 pública un apéndice en el libro La historieta en el mundo moderno de Oscar Masotta. Desde 1973 participó en la revista Literal. En 1974 publicó junto a Oscar Traversa, Juan Carlos Indart y Eliseo Verón la revista LENGUAjes, revista de lingüística y semiología, en la que definen su posición en el campo intelectual. Fue célebre su disputa teórica con la revista Comunicación y Cultura, en la que participaban Ariel Dorfman, Armand Mattelart y Héctor Schmucler.
Sobre su obra poética se ha dicho: "Steimberg nos dona, nos regala, este irónico don: un etcétera donde delicadamente juegan todos los palos de la baraja" (Fogwill, 1980), "Una poética al mismo tiempo lacónica y generosa, cordial y sola..." (Luis Chitarroni, 2000), "Tal vez Figuración de Gabino Betinotti sea la carroña del tango. Pero la carroña, en todo caso, de una carne que se amó" (Pablo Gianera, 2010).
Publica en forma periódica en revistas nacionales y extranjeras.

Obra

Relato

Cuerpo sin armazón (1970)

Ensayo

Leyendo historietas. Estilos y sentidos de un arte menor (1977)
La recepción del género: Una investigación sobre juicios de calidad acerca de los medios (1988)
El fanzine anarco juvenil: una utopía del estilo (1993)
Semiótica de los medios masivos: el pasaje a los medios de los géneros populares (1993)
Utopías (con Vita Fortunati y Luigi Volta, 1994)
Estilo de época y comunicación mediática (con Oscar Traversa, 1997)
Cultura infantil y multinacionales : la construcción de la identidad en la infancia (Co-autor, 2000)
El viaje y la utopía (con Hebe Clementi, Vita Fortunati, Andrea Battistini, 2001)
Figuraciones 1-2. Memoria del arte. Memoria de los medios (con Oscar Traversa, 2004)
El pretexto del sueño (2005)
El volver de las imágenes (con Marita Soto y Oscar Traversa, 2009)

Poesía

Majestad, etc (1980)
Gardel y la zarina (1995)
Figuración de Gabino Bettinotti (1999)
Posible patria y otros versos (2007)





Pelusín

Piquillín,
olas van, olas han de venir,
Subercaseaux,
Fontín,
Ultre la cúmpara sume el rondín,
pequeñín, sultre la Cámpora come al edil
pequeñín.
Olas van, olas han de venir.
Pequeñín,
Súbito el peje derrota al delfín,
Trocantín,
yergue la noche su manto de añil,
trocantín,
serafín,
volantín.
Súbito el peje derrota al delfín,
volantín, pequeñín.
Ensufín,
en su fin.
Muerde la noche su clave de fin,
Pelusín,
Asasín,
Asesín.
Olas van, olas han de venir.
Asasín.
Muerde la noche su clave de fin.
Asesin.
Viste la noche su manto de añil.
Saca su member,
toca su will.
Y viste su gorra de dril,
Pelusín

(de Cuerpo sin armazón)






General

1

General, “el estaño
Bolívar
tiene un fulgor Bolívar”.
Pero no me deslumbro,
salvo
cuando lo miro con el rabillo del ojo.

General,
a usted
le hablo.
Y me pasmo
cuando creo
recordar que usted se conjuga con la misma forma verbal
que él,
al que,
naturalmente,
no hablo.
De él
-tercera,
ausentada persona-
más bien
se habla. Hay un poeta en Buenos Aires
que podría hablar hasta morir
de semejante tema. Yo
nada
sé;
y usted,
con razón,
se refugia en Plutarco.
Vidas
paralelas:
mi no saber guarda un necesario componente de pedantería,
ínsito
en toda innecesaria cita de un clásico.
Y ahora usted
(salve
general)
me mira con el rabillo del ojo.
El ojo
glauco.




2

Vidas
paralelas.

Nada sabe
él, que mal-lee
discursos de los que nunca debería conocerse el emisor
del emplazamiento real de esas rectas
destinadas a cortarse
-esto es
escatología, o
política-
en el centro
de la tierra.
En un país en definitiva insular,
esas vecindades
tienen una inexistencia concreta!
Se dialoga
como pueden hacerlo entre sí, hasta el infinito, las
vías del tren.
Y eso es lo bueno:
la fantasía de una geografía terminal
se superpone al imaginario de una mirada atenta:
para hablar de la geografía se necesita un código:
las paralelas solo tienen acceso al código del rabillo.



5

¡Discurso
de fronteras!
La elocuencia
debe producir la imagen interna de un ritmo sabedor:
la mujer del General debe parecérsele
(pero no, debe ser pequeña
y distinta!),
los interlocutores civiles deben compartir su pensamiento
             en otra coloración
(falso, entonces no habría Grandezas ni Miserias
             Militares),
el Tiempo Libre debe ser el del Reposo del Guerrero
(si así fuera no seríamos hombres, solo máquinas de
             guerrear,
el pensamiento de Clausewitz es un pensamiento de la
             contradicción,
un militar latinoamericano no es la versión tostada de
             un húsar astrohúngaro).



6

Un militar latinoamericano no viene de ninguna parte.
Señorita, le ruego que no me moleste,
voy a seguir las huellas de ese coronel
que soy yo
y que comparte
Su proyecto con Su pueblo:
pebeta de mi pueblo,
este Sol Jefe brilla m’hija para los dos.




7

Fui fascista forjista honesto socialista empírico del
         poder filósofo de la paz

de los palos
gerente
dentista
de una ínsula al Sur
vacía
su jefe era una estrella de mar
me colgaron del cuello con un sambenito de anciano perverso
empecé a gozar con ciertas caries de cuello en dientes
           de leche.





8

fui fascista
forjista
pero las maneras son mías hay rangos no las aprendí
filósofo de la paz
de los palos
mi gobierno también tuvo su origen
su Puerto de Palos
ni a palos usté le va a hacer aprender al que es bruto
cuídese del que es bruto sobre todo si es trabajador
tantas líneas, Señor, ya son
un trabajo,
soy bruto no puedo expresarme,
cuando quise hacerlo me tutearon finamente: General,
más que bruto
tú eres
un travesti
brutal! Contesteles:
amigo,
si existes no me leerás.

(de Majestad, etc)





Hay uno que no piensa

                 
Anécdota

Quiero pensar «Perón» y no puedo,
quiero pensar «Irigoyen»
y me quedo en la i latina que significa menos
                      que nada.

La m de «Steimberg»
(«¡error! ¡enmascaramiento de la n del Steinberg-
                 ser!»)

es esa anécdota de errores
en un Registro Civil de Fin de Siglo.






De un corresponsal extranjero

Hubo un período precomicial
en el que los radicales pintaban todas sus leyendas
                              en rojo,
y los peronistas en azul.
Esta diferencia era la única
que se percibía desde lejos.
Esta diferencia era la única que no
             significaba nada,
en realidad.





Diseño

Cuando se trata de prever los efectos de la
            comunicación,
los diseñadores recurren a Matila Ghyka,
los ejecutivos a Alvin Toffler
y los empresarios a Sai Baba.

Después, entre todos contratan a una psicóloga
            que recurre a Lacan,
tanto para no levantar la perdiz.
Y ella no sabe lo que tiene.



                                  

Crítica de cine

La secular representación, musicalización, seriación                  
          y distribución
del expresarse.
La secular representación, musicalización, seriación                 
         y distribución
del expresarme, expresarte, expre­sar­lo, etc.
 La secular representación, etc. de la lucha de la
        expresión
contra el relato de la servidumbre.
 Las lúcidas derrotas en las batallas contra las
         servidumbres            
del relato.
Las derrotadas lucideces de las servidumbres
en el relato de las batallas.
Las serviles batallas por la derrota
del relato de las lucideces.
Cien años.

(de Gardel y la zarina)





Versos de madre

1 (no tuvo amor)

“Pobre mi madre querida”:
no tuvo amor.
El alma se le fue haciendo en los patios de una clase media de veras pobre;
el pensar, en los libros de unos socialistas realmente idénticos a su padre;
la mano, en la ciencia que se estudiaba en la Facultad de Odontología.

¿Todo salió al revés? El alma
se le pegó a la de un poeta de infancia soleada, oh, en luz de provincia;
el pensar
le indicó que no había saber seguro, o que era un invento de los Enemigos;
la mano fue hábil, sólo la artrosis y el fracaso la apartaron de un trabajo leal y
            escrupuloso.

Releo la última palabra y leo: escrofuloso. No puedo
escribir sobre mi madre;
no puedo amar, tampoco yo.
Estoy seguro de que mi madre fue una de las personas que menos hicieron para que
            fuera así.



2 (murió en Buenos Aires)

“Un día, nosotros vamos a ir a Norteamérica”.

Creo que había terminado la Guerra no más de tres o cuatro años antes, y que éramos muy
            pobres en todo. Mi padre había muerto dejando sus ilusiones intactas ante nosotros;
            mi madre murió llevándolas, con cuidado y locura, de un lado a otro: todo lo hacía
            por sus hijos: pasó por el socialismo de Juan B. Justo, el liberalismo del Reader’s
            Digest, el peronismo, otra vez el socialismo, otra vez el peronismo y finalmente el
            ocultismo y la meditación trascendental. Fue meritorio: después de todo, ese periplo
            lo hicimos todos nosotros. Y ella, jóvenes, era una mujer.



3 (no hubo en ella saber)

Una foto espléndida la muestra con su pequeña hija en la Plaza de Mayo, o en la del
            Congreso, sentada en el césped bajo su sombrero o capelina. Amigos, rodeada de
            palomas. Todo el sol, allí; pero una sonrisa que no sabe ponerse lejos. El saber es
            cosa de gente educada.

Y hay gente que no se puede educar. Todo está armado –al Este y al Oeste- para que la
            culpa se cierna sobre ellos:
           peste de D’Amicis:
            los cómicos sin humor seguirán hablando eternamente de las madres judías y no
            de los capítulos de Corazón, por los que todas las madres terminan siendo la madre
            de Franti: un sabandija, ella una santa estragada. Medio siglo después, el payador
            hubiera podido ubicar junto al D’Amicis, en la biblioteca encortinada de todo
            payador, un Barthes, por el que todas las Madres de Escritor son siempre unas
            Pequeñas Niñas.



4 (No hubo piedad)

Mi madre creía en los Enemigos.
Era una creencia paranoica.
La noche en que la velaron,
sólo se habló mal de ella. La fama bien merecida, etc.

Ahora estoy tratando de saber si éste es un poema pietista. En estos barrios, otro despenado
            escribió: “Pobre
mi madre querida…”
¡Hombre valiente! Contó
que las penas de su madre habían sido causadas por él,
Alma Perdida.
Y que ella fue
“la que lo amó desde niño,
hasta llegar a ser hombre”.

¡En él
se hizo hombre!

¡Dulcissima Mater!

(de Posible patria y otros versos)

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