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viernes, 14 de septiembre de 2012

7895.- BERTHA CAROU




Bertha Carou. Vive en Lincoln, provincia de Buenos Aires, en donde desarrolla su actividad como docente de Letras. Trabajó en varios Talleres Literarios de adolescentes y adultos en Gral Villegas y en la ciudad en donde vive. Actualmente sólo ejerce la docencia a nivel terciario en el Conservatorio Provincial de Música de dicha localidad.
Ha obtenido varios premios en poesía en el país y en el extranjero. También premios y menciones en cuento breve como en el Concurso Puro Cuento (2º Premio).
Publicación en Antología de Cuentos regionales argentinos: La llanura pampeana, Editorial Colihue. (Julio de 2000). Publicación Del exilio y otros mundos (poemas), Editorial El zahir (octubre de 1998). Integra la selección de poetas por la Paz en la web, Poets against the War cuyo libro editado agotó los 35.000 ejemplares (mayo de 2003).
Ha colaborado en Revistas virtuales como Sensibles, El arca del sur y revista virtual Mizares.



SOBRE EL MOTIVO

Es preciso cantar
                      agotar la zozobra del
                                             espejo
                      buscar la tregua 
                      el paisaje de los 
                                              sueños
y desde el fondo de la línea del 
                                    naufragio                  
                      extraer la desnudez 
                      el éxtasis.                                                             
Pero vemos

Una madre
abrazando a los hijos
           (despedazada esperanza)   
           su corazón 
ahogado en las angustias.
           Derrumbe de materia
sobre ángeles caídos. 
A veces
            el canto es una empresa         
                           insostenible.

_________________
(A raíz de fotos de bombardeos en Irak)






Pequeño vuelve a nacer
de ésa tu vida que es sólo
un trámite de ceniza. 

Tal vez en algún lugar
estalle un colibrí
en mil relámpagos
para darse flor en el espacio. 

Yo sé que a la hora del hambre
crece una espiral violenta en el estómago y
no hay poema que alcance.
Tus ojos reclaman de mis manos
pero sé que es imposible
darse a tantos. 

Busco en la intemperie
los sones de la tarde
e irremediablemente
encuentro la vastedad de mi impotencia.

Un volcán hace un nido
de sombras y excrementos
en mi lengua.







La ciudad Luz
esconde sus tinieblas
al mundo hedonista y
al mundo del consumo. 

Venidos de ese otro que llamamos tercero
(más cercano del cuarto)
los inmigrantes
ofrecen sus productos:
un pañuelo con flores
cualquier artesanía
¡hasta una acuarela en la puerta del Louvre!

En mi mente aparecen
sus figuras delgadas
con la piel emulando
al cobre y al azufre
y en los ojos un brillo de paisajes lejanos.
Tercamente
la lengua de estos inmigrantes

se adapta a las demandas
dejando en el camino
mezcla absurda de signos
y vocablos folclóricos. 

Pero hay una figura
instalada en mi pecho
con presencia ciclópea de una estaca clavada
y vuelve con la fuerza de las mareas altas. 

Es aquella mujer con su mano extendida
en la puerta del Metro
súplica viva 
reclamando en su ruego
                                  a nosotros
caminantes de paso
                                 lo que el mundo le niega.
Una marca violeta en uno de sus ojos
señala la violencia 
                                    maltrato repetido.
Este círculo
                                 me llevó a otro plegando escalofríos
                                 donde conviven las sombras de los platos 
                                 y  lechos hacinados con vahos descompuestos.
También hay niños con mirada de adultos
                                     y moscas zumbando
                                             en forma impertinente.
Esa mujer…                            

                           Esa mujer…

                                           Es una cruz en el Metro.                     





Aquella música interior

Cómo quisiera reconquistar
esa música antigua
que persiste en los latidos
del mínimo aire
ondulante, avistada apenas
en un soplo hacia la luz de los ocasos;
en las alas plumosas
ávidas de espacios ligeros
sumergida en la eternidad de las palabras.
Mundo sonoro
presente en cada gota de agua
en el arrullo de las hojas
y en el croar de las ranas.
Hasta la piedra despierta en el sonoro sentir
Se abre en plena desnudez
en el milagro de ser música
de extraer de sus entrañas la belleza
para que el hombre
que está viviendo la noche de sus días
encuentre por fin,
su música interior..






Buenos Aires querido
(y no)

La palabra
cuelga desollada
en un pacto con el desaliento.
La noche es amplia
y se traga todos los encuentros.
Es verano en Buenos Aires
ciudad caldera
uno que otro grito contenido
unomásunomásotro
es la catedral del grito
como el bolero de Ravel
sin Ravel.
En el umbral del caos
vociferan látigos calientes
mientras las horas
inmutables
trituran los relojes.
Ventanas iluminadas
nos hacen guiños
desde los cuerpos de gigantes.
Mundos entrelazados
en la realidad de las paredes
mundos anónimos
ensimismados
demasiado en sí mismos.
“¡Acá estoy yo!”
(parece decir este mendigo cubierto con diarios)
“Derrumbe de la Bolsa en New York”
“Desempleo en los países desarrollados”
“Pánico en los mercados”
“y acá, yo“
(una mujer solitaria corre tras su alma)
estira sus brazos pero
no la alcanza.
Se debate entre el afuera y el adentro.
El llanto le inunda la cara
en ella se refleja la luz de las ventanas.
Por un momento
son lágrimas de luces,
pero no.
Es luz indiferente
parece una caricia
pero no.
Acelero mis pasos por la calle
me alejo
con las manos llenas de nada
de huecos sin sentido
y las abro
para que se llenen y vuelen y se posen
en alguien
en uno
o tal vez en otro
que anda por ahí
enredado en la gran ciudad
y su caos de bocinas
luces
tráfico.





Dilaté los espacios del ensueño

mientras la noche se abraza
con un cuervo.
El tiempo es inmanente
las horas devienen y
cavilan su vocación de muerte .
Un ojo abre un paisaje insomne
donde anidan espectros
y ya no pude sustraerme a
la realidad del mundo:
sustancia de ruindad y azote
perfora
hunde su lanza.
Lamentos del no ser
de no dejar ser
voracidad de corazones
hombres que explotan otros hombres
Coloco un aviso en un diario:
“ Se busca lápida para una humanidad en decadencia”






el cauce …el río

1

tal vez haya un instante
sólo uno
en la frontera del caos
resbalando azules
alejado de tanta impunidad y desacierto

2

de una cruz cuelga desollada la palabra
con su mirada puesta en mí
la noche es ancha
abre su boca y vomita todos los silencios
las que fui
convergen en un punto
toda luz es ajena

3

un pájaro aletea
quiere alzar vuelo
cae
devora el espacio
vuelve
orada
penetra mi piel
deja surcos internos
allí habita en música
la sangre

4

¿habrá otro mundo
en donde el amor disuelva
tantos muros dolor?
¿habrá cauce de ríos
transparentes
música
empecinado sol?
Ay!
Hay

5

ovillarme en el tiempo
para sucederme en este hoy
calmoso
estéril
el arco tensa su flecha
repetida
tantas veces
el salto
impulso
motor
onda sucesiva
movimiento del río serpenteando
caudaloso
desde el ayer
al hoy raíz de árbol apenas.

6

visualizo un fantasma
enhebra los minutos
y sonríe tercamente
su risa y la mía
suspendidas de un muro
repitiéndose
su risa despedaza mi nombre
la mía se lacera en cristales

y entonces
la vida
con un dardo en la frente
y entonces
mi grito
asido a la locura desde siempre .






El color de los sueños

“ Y todo vuelve a ser. Ayer es hoy.
Y estoy –como quien dice-
Amaneciendo”
Belkis Magnin

Empecinada en transitar
el hueco de los días sin gloria
elevo mis ojos y todos mis sentidos
por la ruta del menesteroso en palabras.
La ambigüedad de la niebla
me invita a recorrer
a desafiar
los antiguos caminos de los sueños
¿qué color tienen los sueños?
A la orilla de una fuente
la luz sucede intensamente
un picaflor bebe en ella
se traga todos los matices
se electriza
el aire es un milagro alado
deja un arco iris de círculos
perfectos
armónicos.
Busco mis sueños en el agua
y veo a una mujer
con pájaros en sus ojos.





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