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jueves, 30 de agosto de 2012

7775.- CARLOS REYES RAMÍREZ





Carlos Reyes Ramírez (Requena, Loreto, Perú, 1962). Poeta, con la Mirada del búho (1987), libro ganador del COPÉ de Oro de la III Bienal de Poesía Peruana, su voz se instala de manera definitiva en el concierto de la poesía peruana transitando por lo urbano y lo rural, el pasado y el presente, lo histórico y lo mítico; En el mejor de los mundos (2001) consigue poetizar la modernidad del territorio convencional dejando de lado sus referentes clásicos a la selva amazónica para dar paso a los de la cultura urbana. En Retorno al Parque de los pescados (2003) rompe los marcos convencionales y se enfrenta con la política, la envidia, la mediocridad.
En 1989, junto con otros escritores, fundó en Iquitos el Movimiento Cultural Urcututu que remeció el ambiente intelectual aletargado de esa localidad. 
Ganó  el Copé de Oro de la III Bienal de Poesía en 1986, con Mirada de Búho. Ha desempeñado labores profesionales en Iquitos, Requena y Nauta; ciudad,esta última, en la que reside en la actualidad.

Libros publicados:
Mirada de Buho, En el Mejor de los Mundos, Retorno al Parque de los Pescados, Animal de Lenguaje.





POEMA A MANERA DE PUERTA CON MENCIÓN AL PÁJARO

Qué me detiene  aislado en esta tierra abandonada 
    por los hombres, 
poseída y desgreñada por pájaros insolentes 
    que golpean mi cabeza? 

Qué me detiene en estos pechos enmohecidos 
    Por el llanto, 
en este corazón de piedra o columna de bronce 
    que se hunde
como un pozo milenario sin bordes ni lamentos?

Creo haber divisado tierra firme desde esta barca
    que me lleva o me trae
a islas memorables como ojo de búho trasnochado. 

    Y sin embargo, 
avanzo como una cuerda dura que soporta otro cuerpo
    a seguir imperecedero
al velamen de este trozo de madera tirado al agua,
    tirado al charco que me salva.

Una puerta nos advierte desde años inconfesable
    y los perros 
ahogan transeúntes en los dormitorios desgastados
y nos lamen el rostro y las llagas.
Algo está pasando como un viento fresco
    por las veredas,
un despedazado encanto que se torna dorado 
    como el planeta, 
un infalible cuerpo que se opaca en la distancia y
agarra cofres,
asombrados cuchillos que desgarran las carnes y 
repentinamente los devuelve. 






NOTICIA SOBRE UN FRESCO DE SIGLO XVIII

Todavía quedan sembrados los fierros y las losas
    que surcaron el Atlántico,
y esas antiguas  catedrales de crujientes puertas.

Y para calmar los males de los días imposibles:
las viejas estatuas carcomidas por las aguas
    y los años, 
la glorieta de mármol europeo, 
mientras los hombres palidecían bajo el sol
    dorado y espeso.

Además hay un río profundo
como una mujer que escapa a tus espaldas
en un arranque de locura y baratijas
que entran o salen por su boca. 

Cada mañana atisbo  por la ventana 
que aguarda tu retorno o tu partida.

Olvídate, olvídate para siempre
río tatuado por los barcos metálicos
que anclaron hace un siglo sus colas de mono 
        acorralado.

Y en las calles comprenderás que los rostros 
no son más la felicidad de labios que mojan, 
manos doradas en los  curvados parques 
y la memorable casa de Eiffel. 

Así recordaremos 
frases y grabados en oropel, lejanos trenes
en el que se cruzaba como el viento de junio
las veredas y las pampas despobladas, 
mausoleos de judíos, de ingleses prósperos,
en una época que el sol caía 
bajo el cielo revuelto y lluvioso. 







HAMLET 

    Para Ana Varela

Ofelia, sumida en charcos de tristeza conspira contra 
    mi vida
que ya no sirve sino para ahuyentar a los perros
que viajan a otras tierras llevando mi locura y mi 
    desgano.

Y mi madre duerme
desnuda en un lecho de piedras, cubierta de 
escupitajos
que vomitan las bocas clausuradas por el filo de 
    una daga.

No importa 
que todos miando al cielo haya derribado las tiernas 
    aves que amo. No importa que hayan caído de la 
    nave en el exilio
hundido hasta el cuello en el lodo que devora mi 
estómago y mi luto. Pero he regresado.

Y si te hablo del retorno es porque me he tumbado 
en los inútiles campos, donde mi infancia fue una 
    muestra
y nada más que un animal atrapado en las redes del 
    olvido.

Solo estoy loco cuando nadie escucha mis pasos
en los antiguos  mármoles y duplica el espejo mi 
    imagen
de niño dócil precediendo la ira de los que aman, 
los que me amaron.

Estos piratas tuertos y barbados que me han obligado 
a regresar en un cofre de baratijas.

Y he regresado, como antes.

Ofelia que ya no será la madre de mis hijos
expulsados a estos paraísos abruptos: 
amor, amor, huyendo de mí y mi espera. Te vas 
en las aguas mansas y yo retorno cubierto de saliva. 

                        




DE UN TRAJE YAGUA EXHIBIDO

¡Basta inmortal arqueología!
Intrépido hilo que partió del sueño
entre imágenes de un río tronante que se mira
desde otra orilla. Yo retorno a tu mano que centellea.
El tiempo cuarteado por el acecho
y las adversidades, ha resguardado un nombre desde ya
inmombrable, un pedazo de encanto
que no juzgaron ni mejor ni peor
los débiles ancianos que nos enviaron,
sino que mediocremente han hablado,
han palabreado entre fogonazos.
¡Basta inmemorial Arquología¡
Tela empapada de humores que la tierra
reconoce.
Plagio de lo nunca existente,
fibra escarlata pendiente de una cuerda
agredida por los filudos ojos de los
marginales. Es asi como en los biombos excesivos,
rotos por un tajo de luz,
con la puerta luminosa y extensa
se han quemado los trajes como hojas
secas.

Del libro Mirada del Búho, 1986




AMANECER EN LA CIUDAD ANTIGUA

Amanece sobre las casas de adobe. El sol levanta la colina.
Mi hija está despierta y tenemos que ordenar el mundo antes 
de partir hacia el kindergarten.
Sus cabellos tienen olor del sueño, de fragantes paraísos, de noche 
cubierta de encendidas ilusiones.
Sus dientes huelen a leche materna, a vaca venerada y arrebatada 
de los establos.
De su boca zarpan los barcos que han de anclar en un puerto 
inusitado.
En sus ojos los hombres son más humanos y están más cerca 
de merecer la redención eterna.
Amanece la ciudad y tiene la luz necesaria para amar a la floresta 
y a mi niña.
En las esquinas los ambulantes ofrecen caramelos de limón 
y golosinas almibaradas.
Nada nos detiene. Avanzamos en la dirección correcta hacia la estrella 
grana.

De Animal de lenguaje





EL LIBRO ARCO-IRIS

Abierto está ante los ojos de la serpiente, delante de las ojeras de quien
no duerme, de aquel que despierto sueña ante una montaña de basura.
Cómplice del suicida, el libro abierto junto al ordenador, espera que
la muchacha de los garbones celebre la fiesta de aniversario.
Con alto lomo de corvina, el libro de versos fáciles y malas palabras,
yace sobre la madera desbrozada de montes protegidos.
Sus múltiples pupilas otean tres letras escarlatas, vagas consonantes,
diminuta vocal y la sabiduría de ancianos y recién destetados.
Pequeño y deshojado, el libro de fibras estelares imagina hombres que
sueñan paraísos y cinemas desgastados, historias que asaltan 
la matiné de la memoria.
El libro violeta- amarillo-verde-rojo-azul-anaranjado.
El libro arco-iris levanta la mañana y relee al hombre del siglo 
que aparece.
Con sus ojos vigilantes, descubre la galaxia caliente, la curvatura 
geométrica, la elipse sideral.
Cubierto de brillo y miseria, es el único vaso para beber las noches.
La gente se sorprende al verlo, ebrio, caminar por orillas calladas 
y solitarias, esgrimiendo un lente cinematográfico, el ojo perspicaz 
del perro solitario, que capta la belleza de la madrugada.

De Animal de lenguaje





LIBRO VERDE DE POEMAS ROJOS Y AZULES

Un libro que busqué durante años.
En noches febriles, en librerías y bibliotecas de la ciudad, 
en las madrugadas, en los basurales domésticos y a las orillas 
de carreteras postergadas.
Es un libro manoseado y perverso que tiene en la carátula 
un revólver sagrado de seis balas de cobre.
Un libro de dulce metal para irrumpir sobre poetas inefables, 
para aplacar pasotas enloquecidos por el gentío,
rapsodas averiados por el olvido y agredidos por los siniestros 
deshechos intelectuales del planeta.
Es un libro cabeza de centauro: jinete de los viernes y los sábados 
y los domingos, en la catedral.
Este es un libro con vida propia: desayuna plátanos 
y pescado por las mañanas.
Libro verde con cara prestada, con rostro verde de alquiler.
Libro imaginado en centros de guillotinas y tuercas donde rompen 
los sueños de las muchachas.
Libro de anillos blancos, oculto en lugares a donde huye la gente 
para no ver al más primitivo y mezquino país del Tercer Mundo.
Un libro que sólo conozco de memoria, porque en sueños 
me lo entregaron con una apócrifa dedicatoria.
Libro que huele a podredumbre de gran ciudad y tiene la trémula 
firma del otoño de 1956.
Un libro donde aprendí pasos misteriosos, arrastrándome 
por los rincones de la casa vieja.
Libro tomado de los vastos paraísos y de la muchedumbre 
que exige arroz  y viento perpetuo.
En sus páginas, gobiernos universales asaltan y asesinan ilusiones 
en la memoria, los niños arañan desperdicios en los basurales 
de Lima y en ciudades bañadas por el Amazonas,
los hombres gritan desesperados porque los televisores manchan 
con sangre la mañana y consternados hasta el llanto, llueven l
ágrimas en el centro de un parque solitario.

De Animal de lenguaje




AVISO AZUL (EN LA PUERTA DEL COLEGIO)

El niño o niña debe traer un plato arco-iris, una cuchara de palo 
y un pocillo de barro curativo.
Debe traer entre sus ropas el viento fresco de la ilusión 
y la sentimental mañana del primer día de clases.
Todos los padres y las madres del mundo deberán impedir 
que este lugar, tocado por las flores y la inocencia,
sea el filón donde los gobernantes se retraten con la falsa sonrisa 
de una conocida crema dental.
Importante:
Nadie podrá impedir que los niños y niñas hagan las preguntas 
escarlatas que los dueños del país nunca han contestado.
Nadie podrá impedir que los infantes hagan las preguntas 
que los mastines han borrado de los abecedarios oficiales.

De Animal de lenguaje

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