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sábado, 25 de agosto de 2012

7683.- CARLOS PINTO GROTE




Carlos Pinto Grote
Carlos Pinto Grote, poeta, escritor y médico canario nacido en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife) el 10 de octubre de 1923. Es hijo del poeta Pedro Pinto de la Rosa. Licenciado en Medicina en la Universidad de Cádiz, se especializó en Psiquiatría, llegando a ser miembtro y fundador de la Sociedad Española de Anestesiología y Reanimación, así como Académico y Presidente de la Real Academia de Medicina de Canarias y de la Real Academia Nacional de Medicina y la Real Academia de Ciencias Médicas de Barcelona. También fue presidnete del Círculo de Amistad XII de Enero.
La lectura de Juan Ramón Jiménez lo lleva a interesarse por la literatura. Comienza a publicar sus poemas en la revista Mensaje, dirigida por su padre. En 1991 obtiene el Premio Canarias de Literatura. Uno de sus poemas más conocidos es Llamarme guanche.

Obras

Poesía

1954: Las tardes o el deseo
1956: Las preguntas al silencio
1956: Elegía para un hombre muerto en un campo de concentración
1957: El llanto alegre
1963: Munda compasión del tiempo
1964: Siempre ha pasado algo
1965: Como un grano de trigo
1967: Sin alba ni crepúsculo
1973: Oneirón
1975: Unas cosas y las otras
1977: Sólo el azul
1978: Los habitantes del jardín
1981: Estío
1981: Tratado del mal
1982: De los días perdidos
1983: Poemas a un cultivador de opio
1984: Cantatas
1989: La trampa de la noche
1997: El destino de la melancolía
1997: Tienda de antigüedades
1997: Los días sin tí
1998: Cantos para una desolación
2003: Aprendizaje del silencio

Prosa

1956: Las horas del hospital
1956: Cuatro cuentos extraños
1984: Un poco de humo
1986: Objetos del desván y trajes de pasamanería
1992: Juan Ismael. Ocultaciones (biografía)
1998: Los papeles de Abilio Santos





de su obra "Elegía para un hombre muerto en un campo de concentración"

Así comenzábamos la muerte
-unos se sonreían-.
Así comenzábamos el camino
-otros lloraban desesperados
y llamaban a sus madres-. 
Así, casi siempre así,
yéndosenos la sangre hacia la tierra
comenzábamos la muerte.





Conocías el límite del campo
-se llamaba campo también, como la pradera-
en el que, como potros prisioneros,
devorábamos la hierba de la rabia,
pero no llegabas al horizonte.






Esta noche será la de la muerte.
Y he de morir.
¿No, no quiero hacerlo!.
¿Por qué me imponen este trabajo?
¡Tengo Miedo!.
Estas eran tus palabras. 
¡Qué razón tenías!. 
Así se mueren los héroes, llenos de miedo y diciendo ¡no!.
¡Qué muerte tan tuya!....

- Murió sereno en la cama,
lleno de entereza-.

Conté tu aliento .
¡Qué rápido era!.
Apenas notaba tu pulso. 
Y fuiste poniéndote blanco.
Y me dijiste adiós, 
y tu boca se abrió 
desmesuradamente.
Y los ojos se te quedaron fijos
en la ventana.
Y ya no eras más, amigo mío.





LLAMARME GUANCHE

Llamarme guanche.
Hijo de los volcanes y las lavas.
Llevar la frente alta.
Tener el corazón hecho de libertades.
Llamarme guanche, nada más.
Mi patria: un negro malpaís;
mi flor: una retama.
Beber agua de una fuente,
descansar bajo un pino,
tener la mar que me separa
de todo aquello que no quiero
y que me ata.
Llamarme guanche.
Labrar puntas de lanza,
darle vueltas al barro
y que el gánigo nazca.
Caminar sin caminos,
subir a la montaña,
mirar entre las nubes.
San Borondón lejana...
Tallar con la tabona
en una añepa larga.
En cada beñesmén
recoger de la tierra
yrichen, yayo, tano,
beber ahof de hara.
Dar gracias a Achamán.
Labrar una obsidiana
para mirar mi rostro
de hombre libre
cuando nace Magec, cada mañana.
Llamarme guanche.
Enterrar a mis muertos en paz.
No saber nada.
Que el mundo se limite
al norte en un volcán;
alrededor de la playa.
Llamarme guanche.
Hundir a los navíos y a las barcas
que abrieron en la mar
caminos a la Isla,
para robar su calma...
Estarme solo.
Ésta es mi tierra humilde,
ésta es mi humilde patria.
Tener el corazón hecho de libertades.
Llevar la frente alta.
Llamarme
guanche,
hijo
de los volcanes
y de las lavas.

en Los mejores poemas de Ayer y de Hoy, varios autores.




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