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miércoles, 22 de agosto de 2012

7579.- CARLOS FONSECA GRIGSBY




Carlos Fonseca Grigsby (Managua, NICARAGÜA 1988) ha publicado Una oscuridad brillando en la claridad que la claridad no logra comprender (Visor Libros, España, 2008. Premio de Poesía Fundación Loewe 2007)



EL POEMA DE AMOR

Quise no escribirlo, luché contra él, 
desprecié los poemas de amor que se han escrito antes que tú,
pero entonces—

Este poema debería estar escrito por un hombre
          que nunca aprendió a amar, 

                                                   que nunca aprendió a escribir, 

por un hombre que nunca te conoció.



I

Por alguien que no escuche el monótono trueno de la palabra 
                                                 que nunca te dije.

Por el que no conoció el mar a través de la última playa de tu ser
ni se tapa los oídos al escuchar
el susurroso rugido silente de la silenciosa hélice del silencio
que llega a Mí como el viento a los páramos desconocidos
o como el fuego a las soledades en llamas.

¡Pero adónde está tu sombra cuando la necesito para esconderme en ella!

Que estás en otro país, dormida,
y de repente todas las cosas se han ido a dormir contigo
- sólo la luna tiene algo de sonámbula en este mundo -
mientras yo lucho contra el poema de amor
y lo escupo y lo desprecio
y pierdo. 



II

Tu ausencia es la cárcel donde rayo las paredes con tu nombre 
y donde es petrificado el olvido por la punta de tus dedos 
o por tu liviana mano que puede transformar cualquier pedazo de oscuridad
en un pedazo de noche.

Entre lo dicho y lo callado
ha quedado una nieve tibia
y talvez un pájaro que está mudo
y talvez un barco del fondo del mar.

(Aquí hace una pausa el poeta, se voltea hacia vos
y te dice con vergüenza: “En los primeros versos
quise hablar sobre tu cuerpo, pero me busqué
en los ojos la mirada y no la encontré”)

Que pudiera saltar de mis ojos 
y recorrer la distancia entre tu respiración
y mi corazón. Llegar a tu pecho y cruzar
el puente de tu cuello. Contar tus lunares
uno por uno, hasta ver esa
inquieta pupila azul llena de futuro 
y la arrebolada de tu mirada

y

que tu piel sea nuevamente el lugar donde la metáfora reveló sus secretos,
mientras yo descubro la libertad de tu sombra. 

¿Qué hacer con el amor cuando el amor en el amor no se basta?

(Así está la poesía desde tu vientre gritándome: 
¡Escríbeme! ¡Mira la forma que he cogido!)

Ir adentro de la tristeza contigo, tomados de la mano,
y desde allí inventarnos una infancia. 

Por tiranía del azar 
se ha poblado de algo de vida 
mi corazón deshabitado: 

de la misma forma 
los hombres descubrieron
esa eternidad en andrajos
que es el olvido. 

Pero ahora estoy aquí,
con el corazón en forma de ola, 
esperando que el viento se robe mis viejos gestos,
las personas que fui antes que vos, todas mis flaquezas
que no llegaste a bautizar y los ojos que tuve
antes de aprender el lenguaje del silencio.

…Esperando que el viento se robe todo esto 
y los bote en el basurero de la nada,
todas las demás cosas han empezado a temblar
y sólo tu nombre ha quedado quieto. 



III

En la penumbra sin espacio
donde tu cuerpo es lo único que se alumbra;
en el camino donde caminan mis pasos,
separados de mis pies, buscando tus huellas;
en los versos que yo te he escrito pero que no leerás,
que serán nada más los epitafios de nuestros momentos; 
allí te he buscado yo,
como la sombra que busca a su propia sombra.

Y te he llamado

en la hora en que he perdido tu caricia, 
cuando el tiempo se abre como un gran agujero 
donde dejo caer mis recuerdos, uno por uno, 
y los veo caer
                     caer
                            caer
      caer…

Hasta que se pierden de mi vista.  

Hasta que mi soledad se desnuda. 

¿Cuánto me vale la luz de un sueño herido
que gime dentro de mi cráneo? 

(En él estás acariciando mi soledad
con ternura de madre.)

Sobre esta tierra húmeda, quedará la huella del relámpago
- no tu pie - aunque coincida, curiosamente, su forma. 



IV

Cartas vi escritas con sangre, pero nunca con tinta de noche—
de las ruinas que quedaron de la noche, después que pasaras por allí—
Hoy escribo con esa tinta. 

(También mis lágrimas están hechas de esa noche)

Tendí un puente debajo del mundo,
entre mi soledad y tu soledad. 
Me bañé en el llanto del tiempo
y de no haber tenido palabra de ti,
en él me hubiera ahogado. 
En tus ojos imaginé una patria lejana
una tumba para mis más profundos secretos,
y la magia de los babilonios. 

No sólo los crepúsculos son insoportables. 

Lo saben
los extinguidos luceros de mi cuerpo,
mis amargas manos que sueñan
cómo será la próxima vez en que nos tocaremos,
lo sabe lo poco que habitaba en mi desalentado aliento inhabitable. 
Imagina tu ausencia
como una noche negra, tan negra y sombría
(como la de Acuña)
que no se ve dónde se alza el porvenir.
Imagina que lo único que hay en esa noche
soy yo y este poema, que se escribe a la terrible intemperie,
mientras monstruos salen de mi cráneo abierto,
hacia la luna.  

Este rubio desasosiego…
Este poema que quiere enfermar al tiempo de eternidad
y que tus ojos sean mis únicos relojes. 

Tan sólo si pudiéramos ser algo más.

Tan sólo

Si pudiéramos, por ejemplo,
escondernos debajo del tiempo
y jugar a ser estatuas que fueron colocadas frontalmente 
en un lugar del que nadie se acuerda.






LO QUE EL BESO LE DIJO A LA AUSENCIA

Está tu espalda en la herida albura de mi memoria. 
Por ahora sólo tu espalda. Ahora están tus labios.
Y su sabor que todavía danza sobre los míos. 
Recuerdo tus labios y tu espalda. 

Pero viene formándose desde el mar de vos
una ola que poco a poco crece 
y aumenta su volumen y el de su cabello de espuma 
hasta que rompe contra mi rostro. 

Entonces, de golpe, estás completa y total. 

Y no sólo está tu espalda sino la astronomía de sus lunares
Y no sólo están tus labios y su sabor sino 
la dulce sangre de todas las palabras que asesinamos
mientras ocurría el beso.  

Ahora puedo escribir que
en tu desnudez, la belleza se viste de sí misma.
Que quisiera que (ahora, en este instante)
tu brazo extendido sobre la cama se convirtiera en la imagen 
del alambre sobre el cual los pájaros de mis labios
vieron el amanecer 
y cantaron. 
          —Que tengo una caricia derrotada por tu ausencia.

Ahora un magro no-sé-qué navega lerdo por mi boca. 
Un desasosiego con cola y dientes. 
El perdido marbete de una estrella danzante. 
Es que imágenes fantásticas desean desembocar en algo único: 
en el espacio entre tus senos y la noche, 
mis palabras se vuelven manos. 

Por eso me he aguantado hasta ahora 
para escribir sobre la playa que es tu nombre,
la playa reservada para tu mirada sin ojos
y mi sonrisa sin dientes. Sobre 
el árbol que crece sobre tu vientre, 
el coro de gigantes que se aproximan que trae tu caminar. 

Busco las llaves de tu habitación. 
Sé que allí encontraremos las letras que faltan en el alfabeto del silencio. 





REINVENTO DE LA SOLEDAD

La soledad debe ser reinventada.

– Nuestras soledades tienen alas. 
Pero son cosas simples. Más simple
que una manzana, un beso en la mejilla,
el sol ardiente del mediodía. Sólo que estos
tienen garras, son partes de la realidad, tienen una nostalgia
de piñatas quebradas que lloran en sus adentros. 
Pero si hacemos un pacto -en estos versos muy contemporáneos- 
y de la simpleza (manzana-beso-sol) de nuestras soledades
pudiéramos sacar algo sobreviviente, luminoso entre 
tanta oscurana, seríamos menos solitarios. Comenzaríamos
por un brazo, un brazo que salga de una soledad para acariciar
a la otra, sujetarle la mano invisible, darle una palmada. 
Luego unos labios como los del silencio, para que mientras una 
soledad acaricia a la otra, la otra pudiera besarla, y sembrar en ella, amor.
Luego un ojo. Sólo un ojo. Pero que pudiera ver a través de la otra soledad,
no ver lo que está detrás de ella, sino adentro de la soledad, donde hay una 
soledad aun más sola. Y así, poco a poco, iríamos construyendo casi
una persona llamada soledad, para que en lugar de que seamos dos niños solitarios,
seamos dos niños felices, que reinventaron la soledad acompañándola – 














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