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viernes, 24 de agosto de 2012

7660.- CAROLYN FORCHÉ




Carolyn Forché
Carolyn Forché (Nacida el 28 de abril 1950 en Detroit, Michigan- EE.UU.) es poeta, editora, traductora, y defensora de los derechos humanos.  

BIBLIOGRAFÍA:

Women in American Labor History, 1825-1935: An Annotated Bibliography (Michigan State University, 1972), with Martha Jane Soltow and Murray Massre
Gathering the Tribes (Yale University Press, 1976), ISBN 0-300-01983-1
History and Motivations of U.S. Involvement in the Control of the Peasant Movement in El Salvador: The Role of AIFLD in the Agrarian Reform Process, 1970-1980 (EPICA, 1980), with Philip Wheaton
The Country Between Us (Harper & Row, 1981), ISBN 0-06-014955-8
El Salvador: Work of Thirty Photographers (W.W. Norton, 1983), ISBN 0-86316-063-8
Against Forgetting: Twentieth-Century Poetry of Witness (W.W. Norton, 1993), ISBN 0-393-03372-4 (ed.)
The Angel of History (HarperCollins, 1994), ISBN 0-06-017078-6
Writing Creative nonfiction: Instruction and Insights from Teachers of the Associated Writing Programs (Story Press, 2001), ISBN 1-884910-50-5 (ed. with Philip Gerard)
Blue Hour (HarperCollins, 2003), ISBN 0-06-009912-7




SERVICIO SELECTIVO

Nos levantamos de la nieve donde estuvimos
acostados y llevados por el aire como niños,
desde el dibujo de alas perfectas y trajes de fiesta,
y nos tambaleamos con aliento a vino, hacia la ciudad
donde la gente está construyendo
sus ejércitos de nuevo, pocos años después
de las bolsas de cadáveres, de los incendios. Hay un hombre
al que he llegado a amar después de los treinta, y tenemos
nuestros rituales de café, de aeropuertos, la pena.
Después del amor, fumamos y dormimos
con unas revistas, dos copas
y el colapso negro y blanco de las horas.
¿En qué tiempo vivimos que es tan tarde
para tener chicos? ¿En qué lugar,
que sólo pensamos diversas formas de abandonarlo?
No hay lugar desde hace tiempo
para una tarjeta de servicio selectivo destruida
durante un combate, la prisión que viene luego,
una bandera desgarrada por el viento en su palo
y los muchachos enviados a casa en bolsas de basura.
Les diremos todo. Están en la edad de aprender fracciones.
Les diremos todo sobre las fracciones.
La mitad de nosotros están muertos o callados
o perdidos. Dejen que hablen por sí mismos.
Nosotros nos echamos en los prados y dejamos atrás
los cadáveres de ángeles.

(Traducción de Jorge Aulicino)





QUITÁNDOME LA ROPA

Me quito la blusa, me exhibo ante ti.
Rasuré el vello de mis axilas.
Enrollo mis pantalones, 
raspé el vello de mis piernas con un cuchillo, 
me quedaron blancas.

Mi cabello tiene el color del sicomoro recién cortado.
Mis ojos son oscuros como porotos cocinados en el sur.
(Minas lunares de carbón sobre colinas deshechas.)

Mi piel pulida como un jarro Ming
ostentando sus grietas de sangre, su edad.
Cientos de nombres tengo para la nieve, 
para esto ellos mudos.

En la noche voy hacia ti y me da pena
malgastar mis más íntimos escalofríos
contra el muro de un hombre.

Reconoces a los extraños, 
piensas que has sobrevivido a la destrucción.
No puedes explicarte esta noche, mi rostro, tu recuerdo.
¿Quieres saber lo que yo sé?
Tus dos manos mienten.

The Country Between Us, HarperCollins Publishers, 1981
Versión de J. Aulicino






EL CORONEL

Lo que has oído es verdad. Estuve en su casa. Su mujer llevaba
una bandeja con café y azúcar. Su hija se limaba las uñas, su
hijo salió esa noche. Había periódicos, perritos, una pistola
sobre el cojín a su lado. La luna se mecía desnuda con su
cuerda negra encima de la casa. En la televisión daban un
programa policíaco. Era en inglés. Había botellas rotas
empotradas en la cerca que rodeaba la casa para arrancar las
rodilleras de un hombre o cortar sus manos en pedazos. En
las ventanas, rejas como las de las tiendas de licores. Cenamos
cordero a la parrilla, un buen vino; una campanilla de oro estaba
sobre la mesa para llamar a la criada. Ella nos trajo mangos
verdes, sal, un pan especial. Me preguntaron si me gustaba el
país. Hubo un breve anuncio en español. Su mujer se lo llevó
todo. Luego se habló sobre lo difícil que ahora resultaba
gobernar. El loro dijo “hola” en la terraza. El coronel le dijo
que se callara, y se levantó pesadamente de la mesa. Mi amigo
me dijo con sus ojos: no digas nada. El coronel volvió con
una bolsa de las que se usan para traer comestibles a casa.
Esparció muchas orejas humanas sobre la mesa. Eran como
orejones dulces partidos en dos. No hay otra manera de decirlo.
Cogió una en sus manos, la sacudió en nuestra presencia y la
dejó caer en un vaso de agua. Allí revivió. Estoy hasta las
narices de tonterías, dijo. En cuanto a los derechos humanos,
dile a tu gente que se joda. Con su brazo tiró todas las orejas
al suelo y levantó en el aire el resto de su vino. Algo para tu
poesía, ¿no?, me dijo. Algunas orejas del suelo recogieron este
retazo de su voz. Algunas orejas del suelo fueron aplastadas
contra la tierra.

LAS CONJURADORAS. SEIS POETAS NORTEAMERICANAS. 
Introducción y traducción de Noël Valis. Esquío-Ferrol, 1993.





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