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jueves, 11 de octubre de 2012

8174.- LAURA ANTILLANO





Laura Antillano
Laura Mercedes Antillano Armas (Caracas, 1950) Escritora comunista venezolana. Ha incursionado en los géneros del ensayo, poesía, el cuento, la novela y la crítica literaria. También ha trabajado como titiritera, guionista de radio y televisión y promotora cultural. Desde su niñez ha estado vinculada a la ciudad de Maracaibo.

Licenciada en Letras mención Letras Hispánicas por la Universidad del Zulia (LUZ) el 7 de marzo de 1972. Profesora jubilada de la Universidad de Carabobo. Actualmente preside la Fundación La Letra Voladora y es productora del programa radial La Palmera Luminosa.

Publicaciones

Entre sus obras publicadas se citan:
La bella época (cuentos, 1969).
La muerte del monstruo come-piedra (novela, 1971 y 1996).
Un carro largo se llama tren (cuentos, 1975).
Haticos Casa No. 20 (cuentos, 1975).
Los niños y la literatura (estudio, 1978).
Maracaibo: Las paredes del sueño (textos, con fotografías de Julio Vengoechea, 1981).
Perfume de gardenia (novela, 1982, 1984 y 1996).
Dime si adentro de ti, no oyes tu corazón partir (cuentos, 1983 y 1992).
Cuentos de películas (cuentos, 1985 y 1997).
Literatura infantil e ideología (estudio, 1987).
La luna no es pan de horno (cuentos, 1988).
Solitaria Solidaria (novela, 1990 y 2001).
¿Cenan los tigres la noche de Navidad? (cuento infantil, 1990 y 2005).
¡Ay! Que aburrido es leer: El hábito lector y el cuento de la infancia (estudio, 1991)
Jacobo ahora no se aburre (cuento infantil, ilustrado por Tony Boza, 1991).
Tuna de mar (cuentos, 1991).
Diana en la tierra wayúu (novela infantil, 1992).
Una vaca querida (literatura infantil, 1996).
Apuntes sobre literatura para niños y jóvenes (estudio, 1997).
Las aguas tenían reflejos de plata (novela, 2002).
Elogio a la comunidad (texto divulgativo, 2004).
Poesía completa 1968-2005 (poesía, 2005).
Emilio en busca del enmascarado de plata (novela para niños, 2005).
La luna no es pan de horno y otros cuentos (antología de cuentos, 2005).
La aventura de leer (estrategias de lectura, 2005).
Libro de amigo. (poesías, 2007).




Alivio
eres,

tu mano sobre la herida
y el alivio llega,

guareces

guarida de tu mano

cobija
para lo doloroso

el hueco,

allí tu palabra

aquí
todo tibio

todo desnudo
limpio.

del libro Migajas (Monte Ávila Editores, 2006)





Álbum de fotos

Esta foto de mi padre
cuando no era mi padre
ni el de nadie,
es la imagen de un muchacho
sentado sobre una roca
en el atardecer,
el torso desnudo
cielo oscuro y sosegado
al fondo.

Este muchacho
de brazos fuertes
no sospecha
los amores
por venir,
–los siete hijos
(más los no nacidos, a pesar
de la batalla),
las muertes súbitas,
la viudez
por partida doble.

Este muchacho
de pose
soñadora
no imagina la cárcel
por censura a su palabra,
ni la escasez o la
plenitud,
no supone la fragilidad futura
de sus arterias
en senil hipertensión,
ni algunas
soledades íngrimas.

La sombra de los árboles dibuja
líneas lúdicas
sobre la roca
que sirve
de asiento a
este muchacho.
Su pierna descubierta sostiene
doblado el pantalón,
en la proximidad del acto de
vestirse,
los brazos hacen arco displiciente
y la cabeza se inclina a la derecha,

todo revela
la alegría
despreocupada,

 la pasión
perpleja
de un muchacho
cualquiera,
soñando
en ignorancia
con la cercanía
de esa puerta

abierta,
imprevisible,

de la vida.

  


Colibrí

La agilidad
de un colibri
tiene que ver
con la velocidad
de sus giros,
el revuelo permanente
de su aleteo.
De eso se trata,
mantener el ritmo,
asegurar
la alegría
del deseo
como naturaleza
infinita.






Palabras para Julia

La solemnidad
nada vale a
esta hora,
mejor es
el silencio
en su plenitud
y despacio,
dejándonos mirar
esa montaña
desde la  ventana,
¿cómo decirte?
Hay imponderables,
la montaña se eleva
¿la vês?
Está
detrás del edificio,
inconmovible
allí se queda.
Tú sigues
esperando una respuesta
que no puedo
darte,
hay tanto
que no sabemos!
El azar
hija mía,
solo el azar,
y la esperanza
como
un carbón encendido.
Siéntate aquí
conmigo,
miremos juntas
esa línea de la montaña
al fondo
y dejemos
pasar al tiempo,
intentaremos llegar
más allá
del piedemonte,
y entonces
daré las gracias.





La casa del milagro (extractos)


30

Para Felisberto Cuevas

Hizo su cueva
del sótano de siempre,
telas, pinceles, tubos
color en tierra,
luchaba en lo sagrado.
Sabía sonreír
con sencillez esplendorosa,
poco hablaba
pero había
decisión en sus palabras.

Padre lo cuidaba con esmero,
libros de láminas,
alimento,
el abrazo necesario,
                               pero él solía perderse en el oscuro laberinto

del vacío,

—Malas compañías, decía Padre,
e intentaba su retorno.

Una tarde,
mientras caminábamos,
habló de mis zapatos,
vacíos,
lavados,
puestos a secar en el balcón,
—Los miro y estás allí —dijo
—en tus zapatos.

Como un estallido
dejó de estar
entre
nosotros.



Llegaron sobres,
estampillas

papeles en blanco
sólo algunas palabras
como camino de insectos
sobre el papel.

Un recorte del periódico
escondido
en carta de Madre
                              nos descubrió
la imagen
de su cuerpo
colgado
de un poste,
en el campo
petrolero.



31

Madre
esconde
al fondo
del
escaparate
un universo de
cajas
de tamaños y colores imprevisibles,

tesoros
de inestimable valor,
entre
su diario
de antigua
soltera
soñadora,
y cuentos de Calleja,
al aduanero Rousseau
y Modigliani,
cancioneros,
dientes
de leche,
la máquina singer para remendar
el alma,
cajas de música,
fotografías
de la
historia,
                                  punas,
                peonías
y azabaches,

el anillo de bodas de Padre (ya no le sirve),
y un sin fin
de
avalorios
innombrables
abigarrados e imprecisos,
tejidos
en perfecta
ubicación
por su memoria
de maga
agrimensora
y poderosa.



32

Para Lía Bermúdez

Ella venía
Como la fiesta,
palabras
y
aromas
hacían de todo
un esplendor,

sonaban campanas
se encendía
un cielo
de diminutos luceros
en la cercanía
de sus regalos.

La amiga
Venía
convertida en
Dulce compañía
Cada vez
Cada día
No me desampares
Aun en la revelación de tus sinsabores
Y estás aquí
A pesar de los pesares
de noche
y de día
en un para siempre
para
la eternidad.



33

Para Roberto Obregón

Era un pretexto
practicar el francés
aspirar el humo de tus cigarros,
colocar una mano sobre
la otra.
El silencio y el susto
no fueron suficientes
ante nuestra primitiva ingenuidad.
Más tarde
gigantescos pétalos de rosa
tapizaron el universo,
y todo
fue
el vacío.

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