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viernes, 4 de mayo de 2012

6853.- MANUEL MORA SERRANO



Manuel Mora Serrano
Nació en Pimentel, República Dominicana el 5 de diciembre de 1933. Narrador, ensayista, investigador literario  y abogado. Hijo de Manuel Mora Jiménez y María Ofelia Serrano. Cursó sus estudios primarios en su pueblo natal y los secundarios en Santiago de los Caballeros y en San Francisco de Macorís. Se graduó de abogado en la Universidad de Santo Domingo en 1956, profesión que ha ejercido durante muchos años. Entre en 1958-59 se desempeñó como Fiscalizador de los Juzgados de Paz de Pimentel, Mao y Villa Altagracia; en 1960 como Juez de Paz en Pimentel y en 1961-63 como Juez de Instrucción de San Pedro de Macorís. Es miembro honorario del Ateneo de Moca y de la Sociedad Renovación de Puerta Plata y presidió la Sociedad Literaria Ad-miversa y el Club de Pimentel. Fue  Desde su columna Revelaciones, publicada en diferentes periódicos de Santo Domingo durante sus tres décadas de existencia, ha promovido a los principales protagonistas de la literatura nacional, especialmente a los escritores de la zona Norte del país. Sus investigaciones han ayudado al rescate de muchos autores y obras olvidadas por la historia y la crítica literaria local. En 1979 obtuvo el premio Siboney con la novela Goeíza, obra dedicada a rescatar a la Ciguapa, un personaje popular de la mitología dominicana a quien ha dedicado varios lustros de estudio.

Bibliografía
POESIA. El día que Dios oye al pobre. Santo Domingo: Editorial Gente, 1987. Cucarachas
NOVELA. Juego de dominó. Santo Domingo: Editora Taller, 1973. Goeíza. Santo Domingo: Editora Taller, 1980. Decir Samán. Santo Domingo: Talleres de Artes Gráficas de UTESA, 1983.
ENSAYO. Español 6: Literatura dominicana e hispanoamericana. Santo Domingo: Editorial Disesa, 1978. El precio del fervor. Santo Domingo: Cocolo Editorial, 1999.
ANTOLOGÍA. Antología poética de Domingo Moreno Jimenes. Santo Domingo: Librería La Trinitaria, 1999.        




Nunca te vi desnuda.
No se si tiene cicatrices, lunares, antojos de tu madre
Señales de familia.
Ignoro el signo de tu ombligo,
la inicial de tu comadrona
o si a caso ti vientre
tiene cicatrices, caminos o distancias
que bajan hasta el mundo
a beber en el pozo de la vida.







“Los mulatos y Miedo Mayor”

(Fragmento)

En ti vibra el amor. Es una cuerda asible hasta en
/ el viento.
Cuando pasas, se pude aupar la ternura que derramas
/como aromas
De ti sale el amor. Es una vocación trinante, clamorosa.
Tu cuerpo grita que eres amada. Camina derribando
/al mundo
y habla de un nuevo amor, con la lengua radiante de la
/ primavera .
Quien te toque, me tocará en la llaga viva de mi vida.
Lo que digas me concierne. Lo que pienses, me pertenece.
Si a otro le das lo que ha mi has reservado, me lo darás
/ a mi.
Cuando la noche y tu soledad se aúnen y se cierren
/ sobre ti.
Cuando penetres a las aguas sombrosas del recuerdo
cruzarán las avenidas de mis ojos en tu piel
Y abrirás el cuerpo palpitante para que te tacte
/ a la distancia.

¡Oh miedo mayor, miedo mayor, miedo mayor mío!








CANTO A LA MUJER NEGRA

¡Mujer desnuda, mujer negra!
Yo canto tu belleza fugaz, que se fija en lo eterno.
(Mujer Negra)
Leopold Sedar Senghor

¿Comprendéis a Etnaí? No es la criolla
sierva del hombre y del amante esclava
¡es la reina de Saba que domina
al más sabio de todos los monarcas!
Nutren su corazón dignas virtudes,
su ideal es la pura democracia.
¡Poetas, saludad la joven negra
oriunda de las castas africanas!
(A Etnaí)
José Joaquín Pérez

1
De la suave untura de la savia están hechas tus carnes, mujer negra.
Mujer que compendias la tierra en el brusco aroma de tus muslos,
en la redención erecta de tus senos, en la juntura de tus brazos.
Mujer negra, solitaria en el mundo junto a muros de odios,
aquí tendida y entregada eres la paz ansiada de las patrias,
por cuanto sepultura eres de toda angustia.
Porque nada hay más imponente que la mirada roja de tus ojos,
que la llameante mirada del deseo brotando por tus ojos.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

Piensas, y es el mundo que pasa por tu cabeza taciturna,
es el mundo que pasa por tus ojeras tibias.
Recostado en tu vientre oigo los tambores antiguos,
aquellos que decían en la selva nuestra ya perdida
que la sangre del negro es musical y dulce.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

2

El sufrimiento, el látigo sobre la espalda escaldada
de miles y miles de generaciones, está en tu cuerpo,
por eso galopamos mi sangre y tú por caminos iguales,
por caminos que son, como el deseo, rutas malditas.
Mujer negra, mujer sola en mis brazos junto a la noche,
la noche que viene de la noche honda de tu sexo fecundo,
trayendo la sonrisa cocal del futuro hijo,
del negrito que alumbrará la tierra con sus dientes.
Hermosa que eres, mujer negra, hermosa que eres,
mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.
Porque eres hermosa como la tierra cuando sus mangos la pueblan,
cuando sus cajuiles pintan las mejillas de las sierras,
porque tus labios, mangos de mi África recóndita,
son carnosos y dulces como tus dientes en el beso
como huesos de la fruta del cocotero, relucientes.
Te sonríes, y el mundo entero tiene gracia.
Lloras, bajas los ojos y el océano penetra con su amargor.
Y es que no eres del mar sino del río,
del charco hondo donde braceo perdido entre tus brazos.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

3

Paso las manos por tus caderas, voy al sur de tu occipucio
y el mapa de África late bajo mis manos,
siento los ríos crecer, madurar el mijo,
estirar sus largas patas el Níger undoso
para apresar los flamencos rosas.
Hipopótamo que sueña en la laguna verde,
cebra que cabriolea, león que abre su jeta enorme
es tu sexo, mujer negra.
Dame la vida y la salud de tu piel suave,
de tu lustrosa piel teñida de misterios.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

Dame la azúcar parda de tu lengua, culebra viva,
cíñeme entre tus senos cálidos, mujer negra.
Con la suave untura de la savia virgen
mujer hecha de bijas y leche de cabras,
mujer medianoche, mediodía, crepúsculo sombrío,
dame la libertad que falta al mundo
y que late en tu vientre con espasmos terribles,
ahora que soy la cruz de la vida sobre tu cuerpo en cruz,
cuando tus ojos buscan las grutas ancestrales
para darme la luz del placer para iluminar  mi vida.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

4

Vuelvo a palpar tus carnes tamboreras más allá de la muerte.
Vuelvo a encontrar bajo mi tacto tibio, tus dominios oscuros.
Me encuentro en los orígenes del mundo cuando te toco,
en las fronteras que hacen estallar al día sobre la tierra,
ahora que sonríes y estás entre las parcelas del instinto
como una bestia maniatada en sedas, regresando.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.

Mujer negra, betún de melancolía, botón de la tristeza,
aroma mi frente parda con tus manos santiguadoras
y dame en el beso cálido, en el besobeso de los labios gruesos
la dimensión total de la alegría,
la profunda y betúnica melancolía
que hace que el negro muera de tristeza.
Mujer negra, mujer plena, absoluta carne hermosa,
navego por tu cuerpo, galopo por tus praderas,
voy de árbol a árbol por tu selva
embriagado de ti y de libertad,
porque sé que en verdad, en ti está la libertad,
que sólo en ti está la libertad
que aprendí en mis correrías de cimarrón.
Hermosa que eres mujer negra, hermosa que eres.
Mediodía condensado en la canela, en el anís del sexo.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.
Cimarrona mía, cimarrona mía, cimarrona mía.






GÉNESIS DE LOS MULATOS

Y Yelidá estaba inerme entre los trapos
con su torpeza jugosa de raíz de sueño
pero empezó a crecer con lentitud de espiga
negra un día sí y otro no
blanca los otros
(Yelidá)
Tomás Hernández Franco

 De blanco y negro, inexplicable engendro,
sublime, cuando quiere o enamora,
insaciable en sus iras como el tigre,
apacible en su amor como paloma.

(La Mulata)
Francisco Muñoz del Monte

1
Entonces los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza:
Hicimos de azúcar parda las noches de luna llena,
llenamos de piel, de nuestra verdadera piel, los hondos ríos,
fabricamos con soles tiznados los ojos de nuestras mozas,
pusimos azucenas y claveles en sus labios y en sus bocas,
con tierra, con tierra de cacaotales centenarios,
con tierra prieta y virgen, olorosa a sueños, hicimos sus carnes,
con hebras perfumadas de raíces de pachulíes adornamos sus
                                                                                         /sexos
y de auyamas insomnes poblamos las colinas de sus senos;
con pringues de bija y leche hicimos los ombligos de nuestras
                                                                                      /mozas
ah... no quedaron robles firmes cuando construimos sus muslos,
y con olivares lejanos y flamboyanes de África
con aceite de  cocos  y misterio de selvas
hicimos nuestros rostros, el esplendor moreno de los rostros.

2

Cuando lo mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
mezclamos al día y a la noche en un mortero de sueños,
machacamos al día y a la noche, día y noche majamos
y así hicimos los cuerpos del color de Yelidá.
Con la más límpida materia del día hicimos las almas
y con materia fresca de lunas llenas, los cuerpos.

3

Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
dijimos primero: Sea el ron. Y fue el ron
y vimos que era bueno, y bebimos.
Dijimos después, sea el ron como una culebra de fuego
y fue el ron como una culebra de fuego para el amor
y fue la noche del amor mulato como el ron, alucinante,
y fue la noche del amor de los mulatos como el ron, ardiente,
y dijimos entonces, sea la noche del amor mulato
y fue la hembra mulata como una culebra de fuego
y fue el macho mulato como un caimán insaciable y sensual.
Y cuando vimos que la noche del amor de los mulatos era buena,
dijimos, sea la noche del amor de los mulatos terrible y agotadora.

4

Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
Decidimos que debíamos bendecir  al sexo.
Dijimos: Sea el sexo de la hembra mulata como la noche,
                                                                          /insaciable,
sea el sexo de la hembra mulata como la noche de bija y leche
y mane esencias de claveles y azucenas bajo la uva de su ombligo.
Y así fue el sexo de la hembra mulata: substancioso.
Y dijimos: bendito sea el sexo de la hembra mulata
porque es incansable, insaciable e insondable
como la noche de bija y leche bajo la uva de su ombligo.
Y dijimos entonces, de él baje la gloria física como fiebre eterna
y fue bendito bajo las noches de bija y leche.


5
Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
y vimos que era bueno y deseable, dijimos:
que la carne del mulato queme la carne blanca bajo las noches,
que sea sol en las noches sobre la mañana en sábanas de la mujer
                                                                                          / blanca
y dijimos: ame el mulato la piel blanca entregada y sea su señor,
en ella se enseñoree como rey en la noche, como rey en el día
y sea así sobre la piel sin color, sobre la piel sin pigmento
y que sea ají, pimienta y sudor, calor y fuego sobre la hembra
                                                                                   /blanca.
Dijimos: ame el blanco a la hembra mulata,
encuentre en ella un misterio interminable y sea su esclavo:
por ella robe, mate y pierda el sueño y las fuerzas.

6

Cuando los mulatos hicimos el mundo a nuestra semejanza
dijimos, por cuanto de la hembra negra nos viene la astucia de
                                                                                           /amar,
y del macho negro trajimos la fuerza y la sabiduría para amar,
sea el mulato dulce sobre la piel nocturna y exista la armonía
y las islas de los cocoteros duerman sobre el continente de los
                                                                                     /negros
por cuanto son bellos y puros, ingenuos y exaltados.
Y así todo fue hecho, como nosotros dijimos y quisimos,
al conjuro de tambores y violines, atabales y flautas,
porque sólo el mulato que es materia diurna y nocturna, piel de
                                                                                      /Yelidá,
puede ser señor y dirimir conflictos entre el negro-negro
y el blanco-blanco, porque nosotros, los mulatos, su fruto somos,
su engendro somos en verdad, y en verdad sea dicho:
somos la mezcla perfecta y duradera. Dioses somos.
Por eso hicimos los mulatos el mundo a nuestra semejanza.


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