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viernes, 4 de mayo de 2012

6836.- ULRIKE ALMUT SANDIG



Ulrike Almut Sandig (Grossenhain, ALEMANIA 1979). Poeta y narradora. Estudió Ciencia de las Religiones y Estudios Hindúes en el Deutschen Literaturinstitut Leipzig. Ha publicado Zunder (poemas, 2005), Der Tag, an dem Alma Kamillen kaufte (audiolibro con Marlen Pelny, Connewitzer, 2008), Streumen (poemas, Connewitzer, 2007), Hush Little Baby (swr, 2008), Unter Wasser (swr, 2010), Flamingos (cuentos, Schöffling & Co. Verlagsbuchhandlung, 2010) y Dickicht (Schöffling & Co. Verlagsbuchhandlung, poemas, 2011).




Versiones de Gonzalo Vélez




Tamangur

draußen kommt Wind auf. drinnen halten wir still die Gesichter über Atlanten gebeugt. im Fensterkreuz schießen uns Kiefern über die Köpfe, um unser Zimmer herum wächst ein Wald! nennen wir ihn „Tamangur“, weil alles, was da ist, ein Wort haben muss, das man aufschreiben kann. mein Bruder, mein Bruder, wann haben wir uns bloß hierher verirrt, zwischen den Wurzeln der Verben schrecklich verirrt, hast du den Rückweg gar nicht markiert?

Schwesterlein, Schwester, alles hab ich vergessen: das Brot und die Namen der Vögel, die Ortszeit, den Teerweg zurück. alle Sachen wie Straßen, wie Airports, wie Luftverkehr, Ampeln stehen auf anderen Karten verzeichnet. also bleiben wir hier im Zimmer im Wald, den keiner, du nicht und ich auch nicht, noch einmal verlässt, kaum dass er (wie gleich?) benannt ist. draußen reiben die Kiefern sich gegeneinander, greift Wind in die Bäume, auch ihre Namen hab ich vergessen. du nennst sie »die mit den harten, den ledernen Nadeln«, ihre faustgroßen Nüsse fallen zwischen den Falten der Stämme herab und treffen uns nicht. im Zimmer liegst du. daneben lieg ich und kenne dich —

„ich will noch ein paar Jahre leben.“
seit Wochen stehen die Erlen im Schnee

im Zimmer ticken Geräte. beim Reden
fällt ihm der Schlauch vor den Mund

„schneit das, mein Kind? das schneit mir
so in die Lunge herein, im Röntgenbild

meine Flügel, ich habe sie leuchten
gesehen, sie lagen gefaltet und nass

im Dickicht meiner eigenen Brust —
siehst, Kindlein, du den Erlkönig nicht?

den Erlenkönig mit Kron und Schweif?“
Vater, ich berge bang mein Gesicht.

schon wieder fällt Schnee. Vater schweigt
sagt in sich hinein: „siehst, Kindlein

im Winterlicht scheinen die alten Weiden so
grau. übers Jahr sind sie wieder so

grün.“

wenn die Lautsprecher aus sind und die Spots
abgestellt, wenn der letzte Sprechchor verklungen
sein wird im Backstagebereich der Geschichte

wenn die Kostümuniformen weggehängt sind
die Putzkolonne verschwunden sein wird, wenn
der Zuschauerraum still im Halbdunkel liegt

dann stellen Sie sich noch mal auf die Bühne
und sprechen mir nach: es war alles nicht
echt. es ist niemand zu Schaden gekommen.

also sprechen Sie nach: es war alles nicht STOP

erinnern sich Geister? welche tun’s, welche tun’s
nicht? und wenn sie’s denn tun, dann tun sie’s

mit welchem Organ? mit dem Hirn, mit den
Knochen, den Augen oder doch mit dem Ohr?

erinnern sie sich an den Graswald hinter dem Hof?
wie krachten die Stacheln der Rosen beim Wachsen

wie knirschte der Birnbaum, wie klang die Magnolie
mit ihren Blütenturbinen am Zweig und Brigaden

von Brummern darin, wie schnurrten die Flieger
in der irr blauen Schüssel des Himmels herum

—und erinnert sich wer an das Surren der Geister
in den Kronen der Bäume, im Dickicht der Luft?



Tamangur

afuera se levanta el viento. adentro mantenemos nuestros rostros inclinados ante atlantes. en la cruz de la ventana pinos disparados por la tierra nos pasan encima de la cabeza, ¡nuestro cuarto está rodeado por un bosque! nombrémoslo “Tamangur”, ya que todo lo que existe necesita una palabra que podamos escribir, oh hermano, hermanito, ¿cuándo fue que perdimos el rumbo hasta acá, horriblemente perdidos entre las raíces de los verbos? ¿acaso no dejaste señas que indicaran el camino de regreso?

oh hermana, hermanita, todo lo he olvidado: el pan y los nombres de las aves, la hora local, el sendero de alquitrán que nos llevaría de vuelta. todo lo que son calles, airports, tráfico aéreo, semáforos, está marcado en otros mapas, de modo que mejor nos quedemos aquí, en el cuarto en el bosque al que nadie, ni tú ni yo tampoco, abandona otra vez, apenas (y cómo) sea nombrado. afuera los pinos se friccionan mutuamente, el viento penetra los árboles, sus nombres también los he olvidado. tú los llamas “ésos con duras agujas como de cuero”, sus nueces son puños que se lanzan por los pliegues de los troncos sin atinarnos. en el cuarto yaces. y a tu lado yo, te conozco —

“quiero vivir todavía varios años.”
desde hace semanas los alisos están cubiertos de nieve

en el cuarto palpitan aparatos. al hablar
se le resbala de la boca un tubo

“¿cae nieve, hija mía? a mí se me llenan
de nieve los pulmones, en la radiografía

de mis alas he visto cómo
brillan, plegadas y húmedas

en la espesura de mi propio pecho —
¿acaso no ves, mi niña, al rey de los alisos,

al rey de los alisos con su corona y su cauda?”
Padre, con temor oculto el rostro.

otra vez cae nieve. Mi padre calla
se dice a sí mismo: “ya ves, hijita

a la luz del invierno los sauces viejos parecen tan
grises. con el curso del año vuelven a estar de lo más
verde.”

cuando los altavoces se apaguen y estén los spots
desconectados, cuando el último coro parlante
se extinga en el backstage de la historia

cuando el vestuario esté puesto en su lugar
y el personal de limpieza se haya marchado,
cuando la sala haya quedado silenciosa y en penumbras

salga usted entonces otra vez al escenario
y repita conmigo: nada de lo que pasó
fue verdad. nadie salió lesionado.

así que repita: nada de lo que pasó STOP

¿los espíritus recuerdan? ¿cuáles sí, cuáles
no? y si lo hacen, entonces

¿qué órgano utilizan? ¿el cerebro, los
huesos, los ojos, o acaso el oído?

¿recuerdan los prados y el bosque detrás del patio?
¿el chasquido en las espinas de las rosas al crecer,

el crujir del peral, el sonido de la magnolia
con sus turbinas en flor y por dentro brigadas

de abejorros, el ronroneo de los aviones
contra el altísimo azul de la cúpula celeste?

—¿y hay alguien que recuerde el rumor de los espíritus
en las copas de los árboles, en la espesura del aire?



war einmal

ein Zimmer, drin hast du geschlafen. warn einmal
drei andre, drin summten Geräte. war einmal ein
Körper, sah ganz aus wie deiner. war nur etwas
kleiner und trug deinen Namen. war nicht mit dir
verwandt, war dir kein Freund und kannte dich nie.



hubo una vez

un cuarto, dentro tú dormiste. hubo una vez
tres otros, con zumbidos de aparatos. hubo una vez un
cuerpo, se parecía a tu cuerpo. sólo que más
pequeño, y llevaba tu nombre. no estaba emparentado
contigo, no era amigo tuyo y no te conoció jamás.



Poemas tomados de Ulrike Almut Sandig, Dickicht © Schöffling & Co. Verlagsbuchhandlung GmbH, Frankfurt am Main, 2011, pp. 14, 18, 24, 29, 50.



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