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domingo, 24 de junio de 2012

7236.- RAÚL ELVIR



Raúl Elvir (1927-1998)

Bibliografía:
La rama y el cielo, 1960
Círculo de fuego, 1971

Raúl Elvir Rivera

por Fernando Silva

Raúl Elvir Rivera, poeta- ¡...compañero y amigo mío muy querido...! Cuánto tiempo hace de aquella época donde juntos en el Instituto de Oriente y Mediodía de Granada, cortábamos retoñitos olorosos de ilusión a la orilla del anhelo, queriendo ser poetas. ¿Qué entendíamos nosotros sobre eso de «poetas»...?

Volviendo a ver para atrás reparamos que hemos guardado dentro de nosotros, de un modo natural, recuerdos y vivencias que después las puede uno recuperar también naturalmente. En el Instituto de Granada, allá por los últimos años de la década del 40, nos encontramos de frente, Raúl Elvir, Ernesto Gutiérrez y yo. Me acuerdo que cada uno de nosotros empezaba a escribir. Cada quien estaba enterado sobre lo que el otro hacía, porque de alguna manera ya nos habíamos leído. Estaba «El Diario Nicaragüense» y «El Correo», diarios de Granada, adonde conseguía uno, con ruegos, que le metieran de ipegüe en un rinconcito del periódico algún versito. En el Colegio también en alguna ocasión (en lo que llamaban Actos Culturales), nosotros nos colábamos para recitar, y es cierto que alguna vez, recitamos versos nuestros con el nombre de otro que nosotros mismos inventábamos. Nos reíamos después cuando oíamos que comentaban muy favorablemente lo bueno de esos versos con nombres prestados. Y eso pasó a más cuando en el entierro del hermano de uno de los compañeros de clase, se pidió que uno de nosotros dijéramos un pequeño discurso al llegar el féretro al Cementerio. Me señalaron a mi para esa misión, y de acuerdo con Raúl y Ernesto, que estaban a mi lado en el momento de decir el discurso, comencé yo leyendo la cita de un eminente escritor Colombiano, el Poeta Jacinto Rodás Bracamonte (nombre ambientad por mí) y empecé a decir todo lo que se me antojó.

Eramos así llenos de ánimo, alegres y ocurrentes. Empezamos, sin embargo a darnos cuenta que entre el juego, la gracia que no teníamos por que apartarlo del asunto del «arte», había también una necesaria responsabilidad y, además, hacernos de una especie de compromiso con nosotros mismos y con nuestro tiempo. Teníamos que leer mucho, estudiar, platicar, preguntar, oír, opinar, y ser sobre todo humildes con todo. Esto dicho ahorita, además de lo ingenuo que suena, estoy pensando yo que no ha dejado de tener valor.

Bueno, pero todo no acaba ahí; creamos después una especie de «peña» literaria e invitamos a muchos estudiantes del Instituto, que no dio ningún resultado. Unicamente se quedó un joven que para nosotros nos resultaba un poco raro. Resulta que el joven ya tenía un rollo de poemas escritos con rima y todo lo demás, que desde un comienzo nosotros habíamos renunciado de todo lo que pudiera parecer sujeto a la «preceptiva literaria»; pero no fue ese motivo de distanciamiento, sino que lo incorporamos y el joven en mención se dedicó a convencernos a escribir rimado; pero curiosamente al poco tiempo él mismo se convenció y empezó escribir con mucha libertad y gracia. Ahora ese joven de entonces, es un destacado hombre de letras, muy conocido y apreciado, el poeta Eduardo Zepeda Henríquez, que vive actualmente en España, y es una figura relevante, representativo de la poesía hispanoamericana.

A propósito yo he escogido esta ocasión para querer decir algo sobre Raúl Elvir, contando esos recuerdos con el objeto de escribir algunas líneas que dieran el sabor del cariño y el recuerdo de quien siempre estimé mucho y que siempre lo quiero.

Además, no me creo yo muy apropiado para hacer reseñas literarias sobre la obra de personas que han gozado y gozan de la más tranquila, auténtica y sólida opinión sobre la textura y significado de su obra, más bien yo veo a un escrito —a un poema— como cosecha humana del pensamiento y contenido del corazón. La poesía, es un gusto que tiene una persona y que ese gusto lo da como hacen las frutas cuando están maduras. Así pues, ahora pongo aquí enfrente, en este mismo mueble de mi compu, la imagen de Raúl: tranquilo, risueño y con el gesto natural de quien está interesado en algo que está sucediendo de alguna manera.. o de la mejor manera como pueda verse una cosa. Un hombre que vivió apegado a su manera de ser auténtica, verdadera y simple, pero plena. Fue un estudioso del problema que se crean con los números y la cifras en ese mar lleno de corrientes y luces como son las matemáticas, en su profesión de Ingeniero, que además todo eso lo suavizó, lo humanizó con el cariño del que sabe llevar su misión junto a su pecho.

Fue un hombre que vivió de frente, ni un sólo momento se apartó de todo aquello que estuvo dentro de la realidad del pueblo y de la justicia.

Supo vivir. Supo ver el mundo por el lado donde el mundo puede ser mejorado con nuestras obras y nuestra voluntad. Constructor, hacedor, señalando el tiempo como un reloj con la punta de su lápiz sobre los planos elaborados en su mesa de ingeniero; pero también tuvo para con la comunidad el fluir de su propia alma, como una bandera su posicial ética - social. Amante de todo, sobre los hombros de la vida de la naturaleza. Gran conocedor de pájaros, como un mago sobre el horizonte haciendo movimiento con las manos. Pájaros como que si de su misma mente salieran así como salen en bandadas de las ramas de los árboles. Dueño y señor de la naturaleza recogida en su pupila, como así lo nombra en uno de sus poemas: -

«Será un día brillante\ como una bandeja de pájaros y
frutas»- Su poesía es así...-
«Algo dentro de mí
se restituye.
Algo dentro de mí
proclama su sustancia verdadera,
definitiva, elemental,
Poniéndose de pie.»
o aquel toque vivo como un chote en el ojal de su saco:
«Guardo el recuerdo de un canto
que escuché
en mi niñez
—sólo una vez.
Su obra es la obra de un gran poeta, de un gran hombre... y simplemente la obra, para mi muy querida, como la obra de mi amigo, cercana y viva, que la tengo ahorita aquí en mi mano como uno de sus pájaros.

Su obra escrita viene desde el 1946 hasta 1990 -La edición completa publicada por la Edit. Centro Nic. de Escritores— data de 1999.

«Circulo de Fuego»

Managua, 3 de Junio 2003.




VERANERAS EN EL CENTRO DE MANAGUA

Si quieres gozar este año mirando veraneras
no será necesario que vayas a Chontales.
Cruza por el centro de Managua ahora en noviembre
para que las veas a millares.
Donde antes brillaban las joyas
en los escaparates de la 15 de septiembre
allí están ellas.
Donde los niños se gozaban viendo juguetes navideños
allí están ellas.
Donde antes era Tienda Alicia
El Jardín de Modas
Joyería La Princesa
Casa Pellas
Dreyfus
allí están ellas.
Forman legión.
Innumerable ejército de cabecitas rosadas, lilas o azules
cubriéndolo todo.
Se suben a los hierros retorcidos de las ruinas
escalan resquebrajados muros
festonean el pilar solitario
disimulan la columna rota
avanzan en tropillas audaces
se atreven hasta con el asfalto
hacen florecer el concreto
embellecen la desolación
cubren el rostro muerto de Managua.

Piadosas manos que Dios envía
día y noche tejiendo
en apresurado silencio
la mortaja que nos libre
del impudor de la muerte.





ALQUIEN SE BAÑA EN LA QUEBRADA

Alguien se baña en la quebrada.
-María?
-Juana?
El aire huele a fruta desvestida
y el agua sabe a madurez desnuda.

-Morena?
-Blanca?

Lo dirá el ojo azul
de un pájaro feliz y enamorado.

Alguien se baña en la quebrada
con el ramaje hasta el tobillo claro.





LA PATRIA

La patria tiene rostro
de piedra.

No pechos sino montañas
Ni cabellera sino árboles.

Muslos de cordillera,
ojos de lago,
respiración de mar.

Y encantadores pueblecitos
regados en su falda.

Esta es la patria que me gusta.

No esa tonta
que los políticos mancillan.




CANTOS DEL NUEVO POBLADOR
(CANTO NUMERO CINCO)

Con esa rosada cualidad de manzana
que te nace en la boca,
con la sonrisa que a menudo
crece al borde de tus labios como un trigo,
con todo eso que se acoge a tu sombra y te rodea
formando un mundo aparte
entre los otros mundos,
tú significabas algo más que una forma,
en tus ojos había algo más que unos ojos.
Como una ola
me hundía en tu forma
hasta quedar introducido en tu vida
edificando a tu manera totalmente
subiéndome una sangre confusa y ardorosa
que renacía con un júbilo de sal violenta.
Yo acostumbraba amarte de noche sobre todo
cuando ya la montaña había
apagado sus árboles
y el cielo giraba lento como un barco.
Tú sola iluminabas
saliendo a flote en medio de las sombras
entre negros corceles y fantasmas
que asolaban la noche milenaria.
Como una playa eras el amanecer.
Como todos los pájaros del mundo
eras al amanecer.
Tú salías al paso en cada rosa
dibujando golondrinas
con tus dedos dispuestos al amor,
naciéndote ademanes de sauce involuntario,
azorados como aves
tus dos senos tembladores.
Todo lo hermoso entonces
estaba referido a tu sonrisa
y algo de tu ser permanecía
en la perenne juventud de la montaña,
en las laderas,
en los bosques,
en los valles desplegados,
en los ríos presurosos,
en los riscos y las vegas,
y en el mar.

Managua, 18 de agosto de 1948





DÍA DE DIFUNTOS

Este es el Día de Difuntos,
con esa luz que sólo
Noviembre puede dar.
Con vientos juguetones
que regresan del exilio,
con abundantes flores
traídas de los campos
ahora florecidos;
con cementerios llenos de gente,
con tumbas encaladas
y lápidas pulidas,
con recuerdos desenterrados,
con vendedoras y niños que asisten
al reparto de las golosinas,
con trajes sacados de los roperos
olorosos a moho y naftalina,
con viudas decorosamente vestidas,
pero aún jóvenes manteniendo
el asedio de la carne,
con ancianos de color calcáreo,
con automóviles llenos de coronas,
con flores de papel,
con cigarrillos caídos entre la hierba.
Y yo
sentado en una tumba
dejo correr mi displicencia
y pienso:
en el abultado vientre de la mujer
a quien amé por delgada;
en la comisura de una boca
que niega lugar al beso;
en el seno agotado por la lactancia
que aún se yergue pero sin gracia;
en los pies ligerísimos
hinchados por la artritis;
en los deseos cumplidos
que empañaron los ojos,
en las dentaduras gastadas,
en el olor de los cosméticos.
Y en el cansancio sobre todo,
ese cansancio que pretende ser alegre
y se engalana y da
la triste nota del desmayo.
He aquí reunidos
bajo esta tarde de Noviembre
azul, azul,
entre juguetones vientos
que despeinan a las damas,
confundidos en masa
como en alegre carnaval
a los primeros aprendices de la muerte
buscando su acomodo a la tristeza,
escogiendo lugar bajo la hierba,
preparando sus huesos
para cuando la pala
deje caer la tierra
dulcemente.

León, 2 de Noviembre 1961







HETAIRA EN CIERNES

(Canto número uno)

Juega juega mi niña al amor juega juega
con tu risa tu pelo tus ojos tu boca
con tu risa burbuja campana canción de sirena
con tu pelo regazo caudal precipio
con tus ojos misterio promesas falsas
con tu boca deleite palabras engaño.
Pero cuídate bien que yo juego a lo mismo
con mi risa mi pelo mis ojos mi boca
con mi risa tormenta relámpago llama
con mi pelo montaña huracán remolino
con mis ojos braseros tenazas espejo
con mi boca pasión exigencia poesía.

León, 10 de Junio 1962






EPITALAMIO

Abril es el recinto donde logras
¡oh mujer! tu forma ecuatorial,
tu estatura solar en pleno goce,
tu apretada esbeltez contra la piel sujeta
a prisión reducida por el límite
de tu belleza exacta.
Qué mejor para ti que el clima de oro
con que te acoge el mar
y la opulenta fiesta que en verano
dan los frutales para el goce de tu lengua.
Vivir, tan sólo es
la oportunidad de verte
y respirar un modo de tocarte,
caminar la manera de buscarte
y reír, darse cuenta de que vives.
¡Oh mujer tan total y verdadera
que tú existas da brillo a la mañana,
hace intensa la noche
y embellece el porvenir!
Porque pasas la yerba se estremece,
se conmueven los pájaros
y tiemblan las espigas.
Privilegio del aire que te toca
y te posee con sus manos invisibles.
Felicidad del mar que te acomete
y te circunda con sus brazos espumosos.
Inadvertida dicha de tu traje
que te ciñe y conoce más allá de todo límite
para el ojo o para el labio.
Como león amansando bajo el sol
y se arrodilla frente a ti,
ardiendo más que el fuego,
desdichado de amor, ósculo rojo
que se duele de ser rudo a tu boca.
Y los ríos crujiendo entre sus bordes,
y los montes de pie, queriendo andar,
y los valles viniendo a correntadas,
todo acude hacia a ti,
todo refluye en remolino astral
de seres y cosas:
cordilleras, volcanes,
tempestades y vientos,
mansas colinas,
hondas cañadas,
ríos inmensos, desérticas arenas,
arboledas sin fin,
blandas criaturas de la yerba,
caracoles de mar.
Y entre todos, el hombre,
presidiendo el desborde de las cosas,
expresando el afán del universo,
dando cuerpo al deseo y a la vida
para el día en que tú
- forma sellada, gruta de amor, ánfora nueva-
como abierta crisálida, abandonas
el virginal reposo de tu sexo
y entre alegres hosannas en que dicen
su secreto las cosas venideras
das al hombre la paz, el sosiego y la dicha.

León, 14 de Junio 1962.








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