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miércoles, 27 de junio de 2012

7301.- ELIECER TIRSO ALMAGUER




ELIECER TIRSO ALMAGUER
San Rafael.  Cuba. 22/3/1982. Lic. en Historia. Premio Nuevas Voces, 2009. Primera Mención Premio El Árbol que Silba  Canta. Poemas suyos aparecen en, Antología de la nueva poesía cubana, Perú, 2010.






Tú persigues el canto que los unifique
pues lo que tiene resonancia para un espíritu
a otros es irrelevante.
Buscas nombrar la quemadura donde acoplan los seres
la comunión sombría que atañe a todo hombre
las desesperadas sombras que se agitan.
 Hemos construido nuestra libertad
sobre violentos hormigueros
nos hemos conciliado
con el bramido
de las trompetas sanguinarias
y el paraíso levantado sobre los desiertos 
y en  los esquineros de la soledad
es  otro espejismo.
Tú que persigues 
el canto que unifique las gargantas
sella toda esperanza
 porque los días del hombre fueron hechos 
para su inmundicia
en nuestras voces 
fermentan las pudriciones 
que han desquiciado al universo. 
Tú mismo fuiste condenado por tu propia voz
en tu tierra corean las gargantas de los forasteros.











A Mar

                     Porque ya entiendo que al nacer
heriste mi corazón
                          con algo de tu azul y de tu espuma

                                             Raúl Hernández Novás

  
Mar, te amo encostrado por el sufrimiento
mientras rasgo los encajes de otro cuerpo,
porque tu cuerpo es sal y vinagre y azufre
plagándose en mis venas,
porque tu piel fue maldecida por mis manos
y cuando rozo el enjambre suave de tu piel
es como si mil abejas volvieran a picarme
bajo las floraciones de la infancia.
Hechizaste mi corazón
con algo del embrujo que había en tus arterias,
me tatuaste como a una de esas reses 
que va camino al matadero
con la resignación en las pupilas.
Si comprendieras que eres un río soñoliento
lejos del agua cariciosa de mis yemas,
si te asomaras al fantasma
que resta de tu vida;
porque tu cauce es un cauce herido
y para que sane
precisa desembocar en mis entrañas,
cicatrizar cicatrizándonos
completando mis glóbulos,
débiles como las lunaciones en menguante.
Sin ti soy como esos engranajes
que emplean los niños en su gravitación,
nada más que una rasgada papeleta.








El tiempo enferma

Mi corazón se ha esclarecido
como la voz del manantial
en la garganta de las piedras.
La tierra gira
y en sus circunvoluciones
nos regresa al sitio de las cucharaditas enfermizas
gustaría tener los dientes hermosos
y las encías de guayaba  sazona de un africano
que paseasen por la habitación
las anchas y estériles caderas de la comadrona.
Los días y el tiempo enflautados de  tristeza
amenazan enturbiar las claras de mi corazón.
Me gustaría alargar la voz como una trenza
donde las estaciones desvalidas 
corrieran a ampararse,
con la delicadeza que los colibríes construyen
sus anidaciones.








Ahora

Ahora que la luna es una criatura recentina
contra el cielo de la tarde
como esos bebés sietemesinos 
desesperados por mellarse con la luz del mundo.
Ahora que la luna es una guadaña dividiendo las nubes
avivándonos de nuestro desamparo
me agazapo en lentas buchadas de dolor
en las gárgaras que hace la tristeza.
Mi alma te ha seleccionado con  la inocencia 
de los niños que van a misa para hacer comunión
y en la flauta que mi voz trenza para tus cabellos
se amansan todas las voces de la eucaristía.
Ahora que el amor  ronca desafinando el pecho de los hombres
que amarnos se parece al agitarse fúnebre de las tataguas
pienso en ti y regreso a los vinos astillados
a la niñez como un hollejo en la garganta.








Ya no recuerdo

Ya no recuerdo cómo era ser niño
ningún hombre recuerda
por más que insisto la infancia desafina.
Ya no recuerdo cómo eran los pliegues fervorosos de la abuela
el alcanfor asedando mis palpitaciones
la inhalación secreta de los eucaliptos.
Ahora dejo que la memoria
nos cite y nos deprave.
 Ya todo fue vivido:
la escalera hacia el árbol
las hebras tristes de los curujeyes 
los zunzunes anidando sus picos en el aire
los tirabuzones de Adnaliét
el patio de recreo donde nos asaltaba santanica 
el gajito en los hombros: esa es tú madre
no te la dejes tumbar
que tu santa no bese el suelo
que tu santa no bese el polvo.
Ya no recuerdo a qué sabían
los pezones maternos.







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