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sábado, 15 de septiembre de 2012

7980.- ELIANA NAVARRO






Eliana Navarro
Eliana Navarro nace en Valparaíso, CHILE  el 19 de julio de 1923. Sus padres fueron Fortunato Navarro Herrera, diputado por Cautín y vicepresidente de la Cámara de Diputados, y Guillermina Barahona Soriano, profesora normalista. En 1923, la familia se instala en el Fundo El Peral, situado en Trovolhue, en la provincia de Cautín, hoy Novena región de Chile.
Inspirada por el paisaje de Cautín e influenciada por el poeta sureño Augusto Winter, Eliana escribe, a los siete años, La laguna de Trovolhue, uno de sus primeros poemas. A la temprana edad de catorce años, colabora en las revistas "Margarita" y "En Viaje". Después de haber cursado sus humanidades en el colegio Santa Cruz de Temuco, se traslada a Santiago donde estudia Filosofía y Derecho en las universidades Católica y de Chile. A los veinticinco años contrae matrimonio con el poeta José Miguel Vicuña, de quien fuera compañera en la facultad de derecho de la Universidad de Chile. En sus comienzos como escritora, Eliana Navarro encontró en Desolación, de Gabriela Mistral, una de sus lecturas más preciadas junto a los españoles Machado, Hernández y los dramaturgos del siglo de Oro. Su poesía fue elogiada desde temprana data por el crítico literario Hernán Díaz Arrieta (Alone).
En 1951 publica Tres poemas, su primer libro. Cuatro años después se integra al Grupo Fuego de la Poesía fundado por José Miguel Vicuña y Carlos René Correa. En 1955 publica bajo el sello del Grupo Fuego de la Poesía, Antiguas voces llaman. La revista "Calicanto" y la "Revista Literaria de la Sociedad de Escritores de Chile" acogen recurrentemente sus versos en este periodo. Fue delegada al Congreso del PEN Club en Fráncfort en 1959 y en 1963 asiste como delegada de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) al Congreso Mundial de Mujeres por la Paz en Moscú. En 1965, su libro La ciudad que fue, publicado por Editorial Universitaria y prologado por Gastón von dem Bussche, es galardonado con el premio Pedro de Oña.
Trabajó durante más de cuarenta años en la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile siendo durante muchos años jefe de la sección de Catalogación. En 1973, constituyó con su familia el grupo teatral "Mediodía", el que bajo la dirección de Teodoro Lowey estrenó en el Templo Votivo de Maipú ante un público multitudinario el poema para voces y coro titulado La pasión según San Juan. La publicación en 1980 de este auto sacramental le valió a Eliana Navarro el Premio de la Academia Chilena de la Lengua. En 1981 asiste como escritora especialmente invitada al Congreso Internacional de Literatura Femenina de México. En 1995 se publica su libro La Flor de la Montaña, bajo el sello de Editorial Universitaria en la colección "El Poliedro y El Mar". En más de una oportunidad fue candidata al Premio Nacional de Literatura y jurado en múltiples concursos de poesía, incluido el del Fondo del Libro y la Lectura.
De su carrera literaria han quedado algunas obras que aún siguen inéditas. Una de ellas es Profesión de silencio, en la que aborda la injusticia y el dolor a partir de la represión sufrida durante la dictadura militar.
Casada con el poeta José Miguel Vicuña, fue madre de siete hijos, Ariel Vicuña, poeta y músico; Ana María Vicuña, filósofa y profesora de lenguas clásicas; Miguel Vicuña, poeta y filósofo; Juan Vicuña, químico, víctima de la tortura durante la dictadura; Leonora Vicuña, reconocida fotógrafa; Rodrigo Vicuña, editor; y Pedro Vicuña, poeta y actor. Su poesía ha sido estudiada en diversas universidades chilenas y extranjeras y su obra figura en muchas antologías nacionales y del exterior.
El 5 de junio de 2006, a los ochenta y cinco años de edad, muere Eliana Navarro, víctima de una trombosis cerebral.

Obras

Tres poemas. Carmelo Soria Impresor, Santiago, 1951.
Antiguas voces llaman. Grupo Fuego de la Poesía, Santiago, 1955.
La ciudad que fue. Editorial Universitaria, Santiago, 1965.
La pasión según San Juan. Ediciones de la Biblioteca del Congreso Nacional, Santiago, 1981.
La Flor de la Montaña. Editorial Universitaria, Santiago, 1995.

Obra póstuma

Ángelus de Mediodía. Editorial Universitaria, Santiago, 2008.




Anillo 

¡Qué jauría salvaje! La oigo rugir
y estoy ausente, sola, tan ajena.
Los chacales que rondan en mi noche
no tocan, no desgarran; sólo acechan.
Sí, tú, diente feroz, podrida hiena,
que con tu agudo hocico
olfateas mi huella.

Oh, padre, padre amado, cuánto ansío tu mano
sobre mi cabellera.
  Oh, dulce amigo,
arrebatado a mí por la tormenta,
rompa tu fuerte abrazo
este anillo de llamas que me cerca.

Y tú, muerte que retrocedes,
ven, acércate, hiere!
que tu río me invada, me avasalle,
y me arrastre por siempre entre su gleba.






Crónica Para Mis Compañeros De Trabajo

Sobre el césped, tendido,
bajo el cielo exultante de arreboles,
entre los Tribunales de Justicia
y la Casa de los Legisladores,
el pequeño rapaz suplementero,
cansado de vocear los diarios de la tarde,
con ellos por almohada, se ha dormido.

Montt y Varas empiezan a moverse,
quieren abandonar su estrafalario plinto.
¿Tal vez les interesa la prensa vespertina
o tan sólo desean acariciar de nuevo
la mejilla de un niño?
Mas él duerme, él simplemente duerme,
bajo el cielo manchado de fugaces palomas,
él duerme, simplemente, como duermen los niños.

Las columnas lo miran conmovidas,
la imperturbable, rígida balanza
tiende a inclinarse un poco,
mientras resuena adentro
la voz opaca de los relatores,
se redactan las álgidas sentencias
y deambula por los corredores
el fantasma togado de la jurisprudencia.

Todo al borde del niño se detiene:
las palabras solemnes,
el rumor callejero,
los motores, los frenos,
las húmedas campanas.

Yo quisiera adentrarme por su sueño:
Doradas galerías, luminosos anillos,
hacia mundos de azul omnipotente,
saltando del violeta hacia el topacio,
del rojo al amarillo,
voceando en jerigonza los periódicos,
al oído del sol, soberbiamente,
como un ángel recién amanecido.





Detrás De Las Palomas

Detrás de las palomas está el campo,
detrás de las campanas,
de las plazas bullentes,
donde empiezan los verdes fulgurantes,
donde nacen los sueños profundos,
donde dice el silencio
amados nombres
  y crecen dulces árboles
y galopan caballos.
Detrás de las palomas,
lejos,
hacia el azul violeta de los montes,
hacia la gradación de los colores:
sol de oro rojo, alba iridiscente.
Detrás de las palomas y de las altas torres,
de los techos plomizos, de las gárgolas,
detrás, se encuentra el campo
con su voz inefable,
con sus múltiples voces rebeldes, intocadas.





El Espejo 

A José Echeverría

Hacia adentro, muy hondo,
donde la risa tiene el temblor del sollozo,
donde los ojos miran sin temor de mirarse,
me contemplo al espejo de imágenes borradas,
y ya no sé quién soy,
ni qué río me arrastra,
ni qué fulgor me ciega.

Quisiera huir donde el sol consuma
los ríos de mi sangre,
donde el mar incansable
sus espumas levante,
donde el viento, con bárbara armonía
cante, y cante.





Impromptu 

Busco tu corazón.
Hacia ti vuelvo.
Dame mi soledad,
mi viento estremecido,
mi universo.
Desnuda de toda ansia,
de toda vanidad,
a ti me entrego.
Ya no cantan mis ríos;
desfallecen.
Ya no claman mis bosques.
¿Es la muerte?

Nada respondes.
Subes, inacabable, eterno.
Nada respondes, río de sangre y sombra,
pero clavado allí, yo te presiento.





Juego De Sombras 

(Poema en tres tiempos)

I

Como un niño, jugaré con mi sombra
sobre la arena pálida.
Jugaré con la sombra de mis dedos
dibujando figuras sobre el agua,
al borde de la fuente, detenida.
Jugaré a perseguirme por las gradas
donde bailan las hojas del otoño,
e iré llamándome en distintas voces
para escuchar que el viento me responde.

II

Del mar hacia la sombra;
de la noche hacia el viento.
Girasol, girasol,
dolor inmenso, mundo de soledad,
herido cielo.
Te nombro entre la espuma,
te adivino en el sueño,
vago por los caminos
murmurando un lenguaje que no entiendo.
Caracol, cascabel, secreta música,
mariposa de luz entre mis dedos.

III

Todo está ya cumplido.
Ahora sólo quiero
reclinar mi cabeza y dormir.
Todo lo que era llama se convirtió en ceniza.
El mar calló su coro de tempestuosas voces.
El viento sus laúdes.
El corazón, su enigma.
Con las manos atadas,
con los ojos vendados,
¿hacia qué noche,
hacia qué oscura y larga noche
camino sin descanso?





Lied 

Estás en mí. Desde mis ojos miras
estas suaves colinas en que flota la niebla.
Ausencia. Soledad. Cae la tarde.

Desnudo vaso tuyo: va tu sangre en mis venas.
Cruza el río el paisaje como un adiós,
cansada voz eterna.
Como un río en mi sangre va tu sangre.
Juntos volvemos por la noche inmensa.



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