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miércoles, 20 de junio de 2012

7144.- PABLO DE CUBA SORIA




Pablo de Cuba Soria (Santiago de Cuba, 1980)

   Ha publicado dos cuadernos de poesía: De Zaratustra y otros equívocos (Ediciones Extramuros, La Habana, 2003), y El libro del Tío Ez (Ediciones Itinerantes Paradiso, Miami, 2005). Poemas y ensayos suyos han aparecido en varias revistas y publicaciones como Encuentro de la Cultura Cubana (Madrid), Crítica (México), Intermezzo (Perú), Unión (Cuba), entre otras. Radica en College Station, Texas.




ANTISEXTINA

lo que al estornudo substituye o el pulso en arte mayor de
la sextina,
o, quizás, lo epigramático de un óvalo (del Greco?)
sea chasquido de babas en salón de comatosos –
a ras de pabellón cernícalo:
treinta y nueve versos para sostener su vuelo –
de los oficios: rumian –
pero tensa las partes, la diseminación del viceversa,
aunque un óvalo (de Cassini?), al parecer,
tampoco esclarece la parálisis o
impotencia de enmarcar una sextina a la manera de Arnaut,
siquiera el estrambote donde aquellos comatosos asisten
a la masturbación de sus lecturas –
es la ronda lo que cuenta, comentan en ajeno de los cojos –
nada resulta en pronunciar la persona si abrían se zanjas en
atore del ritmo,
desplazaron cortinas en dimensión de muebles o
            amarre anterior de los soportes –
de facto, habría que corregir al talabartero
en los gastos métricos del hijo,
su dotación de los afines corridos de a ojo –
equilibrio apaleado en las mismas lindes, de canto,
fluye el tono en reinvención de los conceptos,
ya le dicen: atórese la imprenta cuando rajen las niñeras –
fijemos nos en el pareado:
tales inscripciones ajenas resultan me en familia,
bien recuerdo los golpes silábicos de lavanderas chinas
lavanderas pelonas que pernoctaban el patio donde mata de
nísperos se abría en flor –
lo que alarga cacatúas con acento leporino –
en el blanco: se confunden –
quizás abreven en la suma de los lloros o
en engranes se oculta el gallo incierto desde abajo –
resultan le improbables composiciones semejantes
al entrar las enfermeras, o, qué digo, lavanderas a placer
de comatosos –
(punto de partida señalando mito y descripciones, era)
lo que substituye la armazón, el estornudo:
he olvidado masturbar me a merced de los cernícalos





ADAGIO DE LAS MIMOSAS

cuando atestado de las mimosas certificó al garete
las correcciones
a petición de Bouvard o Pécuchet
en definitiva lo inconcluso nos condiciona,
ingerimos los tantos galones de caca blanda
(medidas cúbicas)
para creer nos provechosos,
el adagio de Albinoni que reseña la belleza:
de tantas circulado se malogra,
bien sabes que se malogra al ausentar se olores fétidos,
Emma se maquilla  –
tales ritmos, de la belleza,
habría que sostener los con migas de pan que carcomen
las ratas –
escucha la allá afuera, parlotear, desganada de
charcos de vómitos
que expelen tales epígonos de Pollock
que ni un comino de las notas donde trepa el adagio:
tampoco los normales que en un café trafican
el guten Morgen
pasada la hora de las decapitaciones –
bibliómano es la manera de declinar las gagueras,
entramado de lo babélico u hormigueo de la mosca posada
en caca blanda –
tal corrección, también, la degustaron los perros
sin lugar a regañadientes,
a orillas de balancín: las patas derrengadas –
ya desvarío: cuando atestado de las mimosas, adrede,
prosiguió el saltimbanquismo de la página,
un desprendimiento de sostenes (gagos) en la retina






HOSPITAL POR MAURICE MAETERLINCK

marcan fila desquiciados en hospitales de Occidente,
le sale en gana o dispone: internar se las cabezas,
a esta hora el hambriento se muerde la cola o se la ordeña –
el zumbido, a propósito –
supo del queso de cabra y timba al festín de los contrarios,
soportes oxidados en campos de fracturas –
de tales fermentos ya van quedando pocos,
siquiera el guionista de Lieja que premeditaba sus actos,
aunque rodajes de exteriores (ignoro) o
mancha de pájaros picoteando nos cabeza:
esos inquilinos amarrados por el cuello
descienden del Bosco
en ignorar de bocones que sus coces ocultan,
las perchas donde gagos cuelgan a expulsar de los salones,
antecede el intermezzo la mata de tamarindos les antecede–
(he leído panfletos de dicción intravenosa,
abejas por ejemplo)
sobre el muro, malabares,
picos de botellas impiden paso de insectos tú:
en el páramo gotean ramilletes de tamarindos,
aquellos que del catar de mis glándulas testimonios dan,
la mala traducción de mis farfulles –
a esta hora se hace fila en camposanto,
apuestan ruleta rusa en las calvicies –
en mata de tamarindos llueve fino,

pululan desquiciados







PIEZA GAGOFONICA

den le de comer a los perros con arrastre de erres –
por aquí entraron pero finalmente huyeron,
eso representan los niños a la hora del timbre:
maestra, la práctica del ángulo inducido o
diletante de los más compuestos babeos
es lección aprendida donde el ojo dilata –
otras formas: labios leporinos provocan lecciones o
tarea sumatoria de múltiplos lascivos –
todo huele a aceite de pescado después de leprosorio –
alguna duda, por si acaso,
tales buganvilias en desgobierno de tetas, corrigen y suman,
den le de comer a los niños del ciclo lectivo:
embute gagofónico en detrimento del cierre,
al menos un ápice





ANATEMA DE K

tensaba hasta el sumo el aneurisma,
hubo un camino de cabras apuntalando la (k), o
mulas, apuntalando el centro / desechos de hibridez,
boquiabierto –
ciertos empedrados simulan la corteza / lengua en desuso –
pequeñas porciones de cianuro para animar los monigotes,
su extenuante o caminata con lápiz labial –
los pinos asomaban:
un desfiladero rasgando digestión / cuervo al entreacto (k),
algo recuerda se: paginar, era,
el aullido de membranas entre líneas






AUNQUE DISEMINADO / UNA VIA DE ESCAPE

aunque diseminado / una vía de escape entre los páramos,
eso es, mandíbula, o el ostracismo de Dios en lengua inversa:
un hinchamiento de (a) en el notocordio,
así alineaban substitutos: al óleo –
(después del enroque, la lipidia en los contrarios)
en notación algebraica se fracturan tabiques –
aunque diseminado / una vía de escape entre los páramos, o
matorrales, en el empiece






FERMATA

sostiene el mirlo el traquear de las vértebras
cierta fermata para un bemol metastásico de los escuchas –
el maestro decapitó al discípulo, una figura más en el discurso –
eso eran las herrumbres del abrecartas o
recienvenido dislocó la ausencia en semifusas, claro –
chasquido es el ritmo de los conversos:
una sordera a desviar itinerarios o
nieve coagulando intersticio en las cabezas




CUESTA SOSTENER LO EN EL ADREDE

cuesta sostener lo en el adrede: el bufido en el colon –
bofetada o implosión en los bejucos –
padecer lo así de tumbos: lo sin barbas,
la cínica disposición rasgando los hiatos o
transversal el carcomer ya de antemano, que recula –
la maroma o el retorcimiento de las notas
desparramando se hasta el claro, las rendijas –
(transcurre Palestrina un velo en pesadumbre)
se amontonan: las columnas –
el bolo fecal se compacta, sin alteraciones métricas –
un despiste en movimiento, siquiera, o
en fila bibijaguas que hilvanan sus uves en anverso,
los bejucos, un sostén en el lirondo:
corticoide marchito entre las vigas



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