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sábado, 15 de septiembre de 2012

7929.- DIONISIO DE JESÚS



Dionisio De Jesús
(Juan Sánchez Ramírez, Rep. Dominicana, 24 de marzo de 1959).

LIBROS PUBLICADOS:

Axiología de las sombras, Santo Domingo Editora Universitaria, 1984; Oráculo del suicida, Santo Domingo Editorial Santo Domingo, 1985; La infinita presencia de la sangre, Santo Domingo Impresora Giofraf, 1989; Celebración del ausente, Santo Domingo Editora Amigo del Hogar, 1991.   






Así se destempló el acero

Un golpe de oscura luz entre los labios
El mar rabioso azul con música tibia
Y una rosa lejana como el misterio
La nieve del corazón con un olor a dios inválido
Un niño reconstruye su vida
En la terrible belleza de unos senos
Toda la cruel alevosía de la tarde
Abaten la borracha muerte del poeta
Sólo en el espejo guardamos la horrible mitad
La forma de cadáver que transita los sueños.






He levantado el cáliz

He levantado un cáliz para brindar por el que nunca
fue. Por el que se ha escondido en el borde de su abismo
a fornicar silencios. Por el que no perdona ni
venera padre ni madre. Por el que siempre da un paso
en falso. Por el que fue no-ser. Por el que ha vivido
eternamente en la derrota. Por el que quiero ser suma
inútil de rostros en los espejos






Mis antepasados

                           A Pedro Peix

Ellos nada tuvieron que no fueran los trámites de la muerte
Unos asieron sus memorias a las aguas inmensas de los siglos
otros como Ulises desoyeron los dioses para retener sus
taciturnas tristezas
Para algunos suyos eran los caminos del oficio de las sombras
Mis predecesores que cercanos estaban de las estirpes
De polvo y los borrados sueños.






Mujer que apenas sueña

Naufraga tu anciano ser entre pétalos de sombras
Cuando la soledad ordena a tu pretérito corazón
Que entregues rosas desfiguradas a los hombres
Dentro de ti mataron un jardín de ojos en el eterno otoño
¡Oh terrible azucenas de la soledad inevitable
Por qué le das vendimias al que puebla silencios!
¡Oh impenetrable muelle de la amada cuando sueña su muerte
entre cielos furtivos!






Señor pequé, ten compasión de ti

Llegó el ciego corazón al ocaso hechicero de los días.
y un joven hunde su corcel en el mar de las pasiones.
Noches implacables para el cisne ingenuo del amor.
Baudelaire Baudelaire riega los surcos de demonios y has
llorar a las doncellas.
¡Oh esclavos de las noches lascivas!
Dante no pudo con sus ámbitos de sombras y un destino creció
Más allá del amor y los infiernos.
¡Oh arquetipos olvidados en territorios de ruinosos símbolos!
señor pequé ten compasión de ti.
La fruta de la carne cuelga del cuchillo del tiempo.
señor pequé ten compasión de ti.
¡Oh generaciones que en sus manos cargan un cordero violento
Y entierran a sus muertos con llantos y alelíes!






Cuatro de la tarde lejos de ti

Un arpa gloriosa rompe el místico silencio de los ángeles.
Su música conforma la ilusión desnuda que eres en mis ojos.
Su tiempo ya no avanza precede al sueño y modifica espejos.
Dédalos matemáticos y antiguos amores caminan por tu olvido.

¡No hay razón carne mía para sentirse adolorida!
Por morirme es que nazco como una vieja espada misteriosa.
Soy inocente por llegar tarde a los crepúsculos y al ábaco.

Soy el después de todo lo que eres a pesar del sueño y la
derramada noche.
Antes de mí hace siglos de mí otros habían escrito los
poemas y los días.
y yo en esta hora de vigilia casi ido purifico el adiós.
Las cuatro de la vida y el inagotable lenguaje del placer
sigue inédito en el tiempo.







La víspera del ser

En la víspera silenciosa en el esperado sueño que es la
memoria en el universo silencioso del labio
pronunciando muerte en aquel otro después sin vino
pan ni historias en los cipreses legendarios donde amé la
noche donde rotulé una vida y una muerte en aquel
incesante silabeo de sombras agonías predestinaciones y
silencios en aquella postración mágica que es el amor
reverso y anverso del que se niega eterno. Ahí estamos
hierro y pajal nubes y tormentas sol lluvias y
reencuentros. Ahí piedras horror tiempos detenidos
ayeres redes mañanas imposibles anaqueles donde la
rutina sabe a dios endecasílabo a imprecisos rostros que
una vez evocaron la palabra sal a voces que a lo largo
de su queja no saben si sueñan lo vivido.

Cuando me des tu mano
cuídate de la espada que es el espejo esta noche.






Celebrantes

El fin del mar son esos ojos que detienen las presencias
en el crepúsculo imaginario de tu sombra circular.
Esa mujer esta sentada encima del deseo y fábula muertes,
y ahora yo he venido a servirme de su vino y su sangre,
a comer de su carne teológica a bendecirme en el perdón
de las espadas,
a redimirme en su agua ceremonial y eterna.

El fin de nosotros somos nosotros mismos,
en esta epifanía una lengua de espanto maldice a las
formas de la rosa.

Sentado estamos todos en el pasado del yo,
detenidos en este laberinto circular llamado amor .
Si hemos amado algo es cosa del fugaz pasado,
si algo nos merecemos puede ser la vigilia o el sueño de
nunca merecemos.
Al fin de esta mesa estamos los que nunca estuvimos,
con la memoria en ruinas por el perenne olvido,
con la devoción de ser nadie en este vino,
con la sombra espléndida de la pesadilla y los despojos.

El fin del mar esta en esta mano que ahora se levanta y
cierra con su sombra lo vivido.


Las Pelucas Delirantes, la poesía de la Generación 80 dominicana 
(Antología crítica). Selección, prólogo y notas de José Alejandro Peña





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