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sábado, 15 de septiembre de 2012

7942.- VALERIA TENTONI



Valeria Tentoni nació en Bahía Blanca, ARGENTINA en 1985.  Pasó unos años en Buenos Aires estudiando; actualmente vive de nuevo en su ciudad natal, donde trabaja como periodista.

Fundó y dirigió la revista La Quetrófila. Co-dirigió la publicación El Monstruo de la Ría. Su primer libro de poesía, de 2009, lo publicó en Chile Ediciones Manual y se titula Batalla Sonora; le siguió en 2010 la plaqueta La martingala (Semilla ediciones, Bahía Blanca) y un segundo libro, Ajuar (Primer Premio Concurso Editorial Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011) y las plaquetas La martingala (Semilla, 2011) y La casa (Acción Creativa en Suárez, 2011). Su primer libro de relatos, El sistema del silencio, acaba de ser publicado por Editorial 17 Grises.

Actualmente co-dirije la Revista Pájaro y edita la Audioteca de poesía contemporánea, una página web con registros de audio de poetas leyendo sus propias obras (dirección:  http://audiotecadepoesia.blogspot.com/).





Peltre

Cascarrabias, corazoncito peltre

pesquisa de la mañana trotadora,
hasta encontrar la mancha en el perfume
el hocico del aire que traga y maúlla bucles
de sándalo, y todo
para tapar el bufido y todo
para taparnos y solidificar la argucia
del escondite: 

mula, patadita de estaño, cómo
querés que diga las horas si estamos tan mansos, haciéndonos
los que no, esgrima

un diminutivo puede corrompernos, caracolito, 
trance de óxidos y salmos, a quién iban a decirle
que yo iba a acabar por enterarme
de mí.

O que lo mismo vos ibas a saber traerte del lugar
de donde yo te había puesto, si nadie
dejó dulces en el camino.

Texto: de Ajuar.





Diosmío

“Había una vez un pájaro. Dios mío”.
Clarice Lispector

Yo veo al pájaro incandescente cruzar
el álgebra, lo veo ir
como una flecha luminosa cruzando el número,
yo veo al pájaro, levitando, entre los rieles del número
el pájaro que es una cifra entre toda la nada,
el pájaro que gorjea y se parece un poco a la piedad.
Yo veo al pájaro y su constelación de sombras
ir y venir entre los tendales, ir y venir, meciéndose
al aire yerto de la mañana dejándose cruzar por el pájaro
al aire que es también un hijo pequeño y distante.
Yo veo al pájaro, diosmío, también lo veo
y nadie duerme al cuento ni a la noche cuando debería
y menos todavía el pájaro que cruza y se trenza en el cableado y después
sale revoloteando como un monstruo marino
entre la miel blanca del cielo y las nubes como mantas de lana
rosada
mantas de lana en las que se acuna el hijo
entre las que el hijo mama,
y el pájaro cruza los ojos del hijo que piensa en los ojos del pájaro
que de diminutos y fusilados resplandecen
como borlas de piedra amarilla
y lo ciegan hasta que
la sombra y la noche y el sueño
son una sola aureola seca.

Texto: de Ajuar.






Ajuar

Para mis cuarenta hijos cuarenta ajuares
canastas colmadas de ortigas
y muérdagos,
perlas envueltas en hojas de parra.

La cinta con la que se ahorcan 
los pájaros en un lugar oscuro.

Un cencerro de plata.

Un recuerdo de cuando fui joven y entera, puro tallo
y nada en mi cuerpo articulaba con otro
y sola venía y sola iba y sola contestaba
ninguna pregunta. 

Pero no tengo para darle de mamar a cuarenta
no tengo más que un corazón tullido y mostrenco
un corazón duraznero enfermo de podredumbre morena
que ataca primero las flores y después el fruto
y después, después el árbol.

Que me crezco encima de mí y por debajo de mí y
de mis ramas se columpian
cuarenta hijos muertos
de los cuales he parido ninguno.

Cuarenta hijos todos de mí entenados.

Texto: de Ajuar.







Números romanos

De habernos acordado antes
deberíamos haber pedido
ser jabalíes.

Aspas
de un molino de provincia.

Tétanos, tuberculosis,
fiebre.
Todos los alientos del incendio.

Un milagro, querida,
que no hayamos muerto en batalla.

Los heridos se cuentan
con números romanos.

Batalla sonora (Manual Ediciones, 2009 - Rancagua, Chile).






Esdrújula

Las esdrújulas tendrán que ceder algún día
hacia las vocales.

Una mano abierta palma huerto, trepadora
un junco débil meciendo la tarde entre sus hojas un
tartamudeo imberbe, sempiterno.

Todas las cosas de tu cuarto se tuercen hacia
una invocación tardía de estirpe.

Tu padre se te trae desde la puerta, asoma la herencia
—lo congénito del sillón verdeazul donde estaba—.

Y proseguirás tu camino de lava
hincando las hojas.

Papá creerá que juegas a los rompecabezas y tu madre
sospecha de los desarmaderos.

Ahuecarás con tinta las palabras
como un orfebre;
dirás que estás en silencio.

Dirás de mí, que callo.

Batalla sonora (Manual Ediciones, 2009 - Rancagua, Chile).








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