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miércoles, 16 de mayo de 2012

7006.- MÁRIUS TORRES


Màrius Torres
Màrius Torres i Perenya (Lérida, 30 de agosto de 1910 - San Quirico Safaja, 29 de diciembre de 1942) fue un poeta español de corte simbolista.
Nació el 30 de agosto de 1910 en Lérida. Su padre fue el médico y político Humbert Torres y su madre, Maria Pereña. Tenía dos hermanos más pequeños que él, Víctor y Núria.
En 1915 fue ingresado en el Liceu Escolar, que era un centro de enseñanza laico. Finalizada su etapa escolar, continuó sus estudios en el Institut General i Tècnic de Lleida, donde alcanzó el grado de bachillerato en 1926, actualmente Institut Màrius Torres. Terminada la etapa de su formación inició en Barcelona la carrera de Medicina.
Màrius vivió de cerca la proclamación de la República (1931) y la inauguración del Parlamento de Cataluña. Su padre, intervino en ellas como político activo, por el lado del republicanismo catalanista.
En el mes de marzo de 1928 murió la madre del escritor.
Durante febrero y marzo de 1933, realizó su viaje de fin de carrera. El mismo año, fue doctorado en Madrid como especialista en enfermedades del aparato digestivo. A su vuelta a Lérida trabajó en el consultorio de su padre.
Durante 1933 y 1935 colaboró con la prensa leridana de la época, con el diario La Jornada.
En el ámbito poético de su obra, reunió un total de 38 poemas. Sus Poesías, de tono intimista, forman una especie de diario de los últimos años de su vida. También escribió una pieza dramática, presentada en el Premio de Teatro Ignasi Iglesias (1935), sin ningún éxito.
Durante la primavera de 1935, el médico empezó a enfermarse. Una gripe le obligó a reposar en la Vall de Espot. Cuando volvió a Lérida, la enfermedad rebrotó, y el 22 de diciembre se trasladó a el Sanatori antituberculós de Puig d’Olena.
En 1939, Màrius se sintió doblemente herido: por una parte, con el exilio de los suyos se rompía su unión con Lérida; por otra parte, tenía la conciencia de que Cataluña se hundía con la victoria de los ejércitos franquistas.
Hacia julio de 1942, él y un grupo de enfermos (entre ellos Mercé Figueres, y Joan Sales) fueron trasladados al Mas Blanc.
De Màrius Torres era el poema esculpido en la lápida que recordaba a los 1619 republicanos fusilados en el Campo de la Bota de Barcelona.
Falleció en el sanatorio antituberculoso de Puig d'Olena, en Sant Quirze de Safaja (Barcelona), el 29 de diciembre de 1942.

Libros
Pascual Piqué, Antoni. Tres poetes, tres mestres: Rainer M. Rilke, Antonio Machado, Màrius Torres. 2006. Barcelona, Abadia Editors. ISBN: 978-84-96292-56-7
Com un foc invisible. Antologia poètica. Editorial Educaula. ISBN: 978-84-92672-14-1
Torres, Màrius. La dernière rose. Anthologie poétique bilingue catalan-français. L'Harmattan, París, 16 de abril de 2008. ISBN 978-2-296-05302-1. Edición, introducción y traducción de Marta Giné y Norberto Gimelfarb.
Torres, Màrius. Paroles de la nuit. Anthologie poétique bilingue catalan-français. L'Harmattan, París, Diciembre 2009. ISBN 978-2-296-11150-9. Edición, introducción y traducción de Marta Giné y Norberto Gimelfarb. Esta edición sigue fielmente la voluntad de Màrius Torres sobre los poemas que deseaba que fueran publicados. Se recogen todos esos poemas y, además, se respeta también el orden de publicación deseado por el poeta.



PALABRAS DE LA MUERTE

¡Tú, joven moribundo que me has llamado Amarga,
amargos son tus labios para conocer mi gusto!
Si me encontrases al final de una vida más larga
cuando me llamases Dulce también serías injusto.

Mi sabor está hecho con millones de vidas
que ha apagado mi beso, oscuro en su helor:
Astros, almas, dioses. Ahora eres tú quien llama,
seré un instante amargo en tu amargor...

Gran ave del silencio, indiferente y muda,
hermana de la Noche, sobre carne vencida
mi vuelo es profundo y pálido, pero breve.

Calmo, con dedos de reposo, su último desvarío;
pero, más que la angustia, me fuerza a no pararme
la luz de alba del ángel que viene detrás mío.




LOS RÍOS PARALELOS
VERSIÓN CASTELLANA DE PEDRO CASAS SERRA



MAYO

Los muros del jardín rebosan rosas,
los del espacio, azul.
Tibia como la paz, llega la luz
sobre todas las cosas.




LA TORRE

Mi abuelo materno, que tuvo diez hijos,
alzó, para domarlos, una torre en la huerta.
A medias un corral sin cerrojo en la puerta
y a medias un vergel con tejos y con grillos.

En mi tiempo el jardín ya era viejo. Acogía
con esa confiada paciencia de gran can,
añorado de tíos que no jugaban ya,
a mis primos hermanos, segunda dinastía.

La casa era muy dulce. Cual membrillo maduro
con nidos en aleros y gato en el tejado.
Se pudría en invierno, cerrada a cal y canto.

Ahora que ya soy grande, y serio, incluso duro,
recuerdo una fresquera, un pozo, un invernáculo,
pintados en azul vestido de milagro.






QUE SEA MI ALMA LA CUERDA DE UN LAÚD...

Que sea mi alma la cuerda de un laúd
por siempre igual y tensa
y que el destino no me pueda arrancar, decepcionado,
sino una sola nota, invariable, inmensa.
Una nota muy grave y muy constante. Vencido
no sea nunca el clavo que aprieta y que defiende
la viva pulcritud
de la sonoridad de una cuerda bien tensa.

¡Tan a menudo soy como una cuerda floja y vencida
que vibra mal!
Con un ritmo pesado, embarazado y lento,
átona, corrompida,
cuerda desafinada, mi alma miente.
¡Cuántas veces la habría querido enmudecida
para no oír la música tan falsa de su acento!

Señor, ¿Tú no querrías
los clavos apretar de mis extremos






SONETO PROPICIATORIO
A UNA AMIGA QUE HABÍA SIDO PASTORA

Yo que no aprecio mucho, la vida de pastor,
ahora que sé lamentas que le eche maldiciones,
quiero ahora cantarla, a pesar que te asuste,
yo que no la amo mucho, yo que no la amo nada,

no me habría dolido, Teócrito mediante,
ser un pastor leal como aquellos de antaño,
enamorado, hablando en verso y buen muchacho,
tanto, al menos, cual Mírtilo, o Dafnis, o Melanto.

Y aún me gustaría, con una vieja flauta,
entonar por los brezos su canción extinguida,
si tú fueras mi Cloe, o Amarilis, o Aminta.

Llamaría al rebaño a la puesta del sol...
Y dulces cervatillos, al fondo de los bosques,
erguirían atentos sus tiernos cuernecillos.





BUEN DÍA DE OCTUBRE

Sobre las ramas que se alargan, casi muertas,
¡oh sol de octubre!, melancólica delicia,
tú llevas
a su tristeza la pálida caricia
de una esperanza.
Tú, para sus sentidos que se acaban,
rehaces aún más bella,
la antigua maravilla de una luz de oro y de un aire suave,
como para hacerlas morir con más pesar.

¿Creemos, a tu calor, que otra primavera
ya llega, y que el invierno, anunciado por tantos avisos,
sólo era
la sorpresa de plata de los primeros grises?
Ánima abrupta
de las raíces, que guardas en tu interior, entero,
el anhelo de crecer hacia arriba,
¿no ves las nubes tibias pasar, a media altura
de un cielo donde duda la última golondrina?

Ahora es el tiempo en que a aquellos que han vivido sin amor,
los cobardes, los enfermos, de otra juventud
la añoranza
les coge. Y, trémulos, como si no hubiesen vivido
más que en su interior,
vuelven al sueño turbio de un viejo abril, más leve
ahora, que el sol languidece.
¡Ah, si cercano el invierno el amor aún les fuera
dorado como tú, feliz y breve día!






¡SI ME HUBIERAS CREADO UNA SIMIENTE...

¡Si me hubieras creado una simiente,
qué sencillo sería llegar a ser espiga!
Brotar, crecer, florar en el aire soleado,
entre olivos, en una tierra antigua.

Si me hubieras creado rayo -luz,
del que, Dios mío, a ti no te deslumbra,
me habría sido dado el no elegir mi rumbo:
mi destino sería rectilíneo.

Pero me has hecho hombre, fértil, fuerte.
Has abierto un camino a mi medida,
y a cada instante he de buscar mi estrella
en nuestra noche, viva, pero oscura.

Tengo miedo -confianza. Servidumbre
no habría más dura que la del hombre libre
si, más cansado cuanto más perdido,
el descanso perdiera de tu risa.





OTOÑO, 1942

Los cielos más puros son los que procuran
los atardeceres del otoño.
Las rosas son más nobles, enlazando
un mártir fuste de columna.

Árboles seculares fructifican amor:
palmas, olivos, cedros.
El tiempo impregna de idéntico sabor
las almas y las piedras.

-Si en nuestro vaso, hoy, el vino tiene gusto
de viña borde y agria,
el antiguo cristal guarda el perfume augusto
-Patria, el perfume que consagra.




ANÍBAL Y YO

Siento que no estoy solo. Un malestar hermano
pone en la soledad un peso de emoción.
De pronto abro los ojos. Nadie, sino los pájaros
en el balcón, barandilla del cielo...

Cegado por el sol, el antiguo sillón
con su mirada honda -por un instante, humana.
¿Eres tú? Cual si esperase el ovillo de lana,
Aníbal, a sus pies, va y rueda, soñador...

Mis sueños también ruedan repletos de tristeza.
Hay un ramo de rosas encima de la mesa
que parece que sólo tú hayas podido hacer.

Cierra Aníbal los ojos, con una unción felina.
Casi maquinalmente, mi corazón afina
con tu nombre unos versos que nadie escuchará



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LA CIUTAT LLUNYANA

Ara que el braç potent de les fúries aterra
la ciutat d'ideals que volíem bastir,
entre runes de somnis colgats, més prop de terra,
Pàtria, guarda'ns: - la terra no sabrà mai mentir.

Entre tants crits estranys, que la teva veu pura
ens parli. Ja no ens queda quasi cap més consol
que creure i esperar la nova arquitectura
amb què braços més lliures puguin ratllar el teu sòl.

Qui pogués oblidar la ciutat que s'enfonsa!
Més llunyana, més lliure, una altra n'hi ha, potser,
que ens envia, per sobre d'aquest temps presoner,

batecs d'aire i de fe. La d'una veu de bronze
que de torres altíssimes s'allarga pels camins,
i eleva el cor, i escalfa els peus dels pelegrins.



MOLT LLUNY D'AQUÍ

Hi ha una ciutat, molt lluny d'aquí, dolça i secreta,
on els anys d'alegria són breus com una nit;
on el sol és feliç, el vent és un poeta,
i la boira és fidel com el meu esperit.

L'Orient hi deixà la seva sang de roses,
la mitja lluna càlida del seu minvant etern
i, enllà d'un gran silenci de persianes closes,
un riu profund que corre per una nit d'hivern.

Als antics carrerons, plens de fervor, arriba
jo no sé de quins segles un gris d'amor i encens;
el so de les campanes hi té l'ànima viva
i el seu batec és lliure com el del cor dels nens.

Allí, més bells encara que els parcs en primavera,
els camps humils i alegres s'obren al capaltard;
en el seu gran repòs l'ànima es fa lleugera
com enmig de la vasta paciència del mar.

Res no crida el meu cor amb més tendresa, ara,
que aqueslls camins fondals de xops i de canyars.
El seu record fa un ròssec de recança al meu pas;
torna a la meva espatlla la mà greu del meu pare.

12 de juny, 1939






EL COMBAT DELS POETES

"Què esperes, esperit distès igual que un arc?"
Joan Sales, Amarint

Poetes, com l'arquer que es dreça d'entre els morts
i, tibant el seu arc, encara espera vèncer,
en el combat obscur per la nostra remença
tibem els nostres arcs amb un suprem esforç.

Sagitaris damnats, la nostra ànima tensa
dobleguem. És la corda dolorosa que es torç
i paga, sota els dits implacables i forts,
el vol de les sagetes amb la seva sofrença.

Com més dur serà el braç i més potent el puny,
els àgils projectils arribaran més lluny
i serà més daurat el vi de la victòria.

I del nostre esperit, distès igual que un arc,
els versos volaran amb un impuls tan llarg
que es perdran en el cel inútil de la glòria.







EL TEMPLE DE LA MORT

Com un poble d'ocells, fills de la llum eterna,
des dels pòrtics del temple d'un déu abandonat,
o cos meu, la meva ànima, sedent de claredat,
guaita enfora, a l'espai on la vida governa,

no pas dins teu, al trist recinte humit i gras
on regna, entre la fosca que glaça les palpebres,
la Mort, la immunda Mort, oferta en els altars
a un culte corromput de runes i tenebres.

La Mort - tots els camins que arriben fins a Déu
passen sota els teus arcs, o portal de misteri -.
Ah, qui pogués morir sense agonia, lleu,
cara a la sola llum, a l'esplendor aeri,

alegre, lliure, net com el vol d'un ocell,
travessant l'arc més alt a frec de capitell!


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